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Un pato cojo o rengo es una expresión bastante utilizada en el mundo anglosajón, en particular en Estados Unidos, para referirse a un cargo público al que se le aproxima la fecha del fin de su mandato y ya se sabe que no va a renovarlo.

Un pato cojo o rengo es una expresión bastante utilizada en el mundo anglosajón, en particular en Estados Unidos, para referirse a un cargo público al que se le aproxima la fecha del fin de su mandato y ya se sabe que no va a renovarlo. Sería el caso del Presidente Barak Obama, a punto de entrar en el último año de su segundo mandato. En sentido figurado se describe como alguien que se encuentra limitado políticamente para tomar decisiones pero, sin embargo, debe seguir al frente de la institución para la que fue elegido. En sentido literal se trata de un animal debilitado que no puede seguir a la manada o bandada y es, aislado, presa fácil de los depredadores.

Esta limitación es una cuestión de lealtad institucional, pero también puede haber ocurrido episodios que pongan en tela de juicio la capacidad física o intelectual del político en cuestión. Así le sucedió a George Bush (padre). Pocas semanas antes de las elecciones presidenciales de 1992, las cuales ganó el demócrata Bill Clinton, Bush sufrió un desmayo en una cena oficial ofrecida por el primer ministro de Japón. Las imágenes fueron captadas por las cámaras y dieron la vuelta al mundo. En ellas se podía ver a un presidente en un estado de debilidad absolutamente penoso. Este episodio contribuyó al deterioro de la imagen de Bush, el cual propiamente no era un pato cojo, puesto que podía optar a la reelección, pero se convirtió de facto en el animal débil que es presa fácil de los depredadores.

Episodios similares han ocurrido con otros líderes políticos o religiosos. Como ejemplos podemos citar a los dos anteriores papas. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI se encontraban en una forma física muy debilitada para poder hacer frente a los desafíos, externos e internos, que se les presentaban con decisión. En nuestro país es conocido el episodio ocurrido en el Parlamento de Galicia, donde Manuel Fraga sufrió una lipotimia mientras leía su último discurso sobre el estado de la región en octubre de 2004. En junio de 2005 el PP de Galicia no revalidó su mayoría absoluta y Fraga fue sustituido por el socialista Emilio Pérez Touriño en la presidencia de la Xunta.

Pues bien, nuestro actual Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, parece haber tenido en la última semana un par de episodios en los que su agilidad mental ha sido puesta en entredicho. El presentador y periodista de Onda Cero, Carlos Alsina, parecía saber más sobre las consecuencias de una hipotética independencia de Cataluña sobre la nacionalidad de los catalanes independizados que el propio Rajoy. El pasado miércoles quiso zanjar el asunto en la emisora local Televisió de Girona, con una declaración de lo más simplista: "Es muy claro y lo entiende todo el mundo: un vaso es un vaso y un plato es un plato".

Con todo, lo más sorprendente se produjo durante la noche electoral del domingo, cuando ni él, ni ningún miembro de su gobierno, salió a valorar los resultados de las elecciones catalanas. En un momento de gran importancia política para el país entero, el Gobierno no dio la cara esa noche y cedió el liderazgo a otros en un acto de suma torpeza. Motivos había para alegrarse. El órdago soberanista había sido parado por la ciudadanía en forma de mayoría de votos para las fuerzas contrarias a la independencia. La batalla no ha terminado pero se ha producido un primer éxito del que debemos estar contentos los que creemos que es mejor permanecer unidos que separados. Ha habido que esperar hasta ayer lunes para escuchar a Rajoy. Parece que ha querido desligarse, retrasando su comparecencia, de los malos resultados de su partido en dichas elecciones. Al final se imponen los cálculos del corto plazo sobre la Política con mayúsculas.

La estrategia de la cerveza no ha funcionado. El Partido Popular cosecha unos resultados pésimos en Cataluña. Albert Rivera y Ciudadanos han tomado la alternativa seriamente. Pero lo peor de todo, para el PP claro, es que Mariano Rajoy parece estar bajo el síndrome del “pato cojo”. Empieza a dar signos de debilidad, de agotamiento mental. Aunque nunca ha sido brillante, bien es verdad que el marianismo tiene caminos inescrutables que hace que sobreviva en las condiciones más adversas. Pero quizás esta vez sea demasiado evidente la debilidad, el agotamiento y la falta de liderazgo. El propio Aznar ha retomado el acoso.

Esta es mi percepción. Equivocada o acertada, vayan mis mejores deseos, en lo personal, para Mariano Rajoy.

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