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Una bandera de España de enorme longitud cruzaba de punta a punta la calle Consistorio en Jerez de la Frontera el pasado 6 de diciembre, Día de la Constitución. Tras ella se encontraba la exalcaldesa María José García-Pelayo, varios concejales del Partido Popular, algunas señoras mayores, pupilos de Nuevas Generaciones y otras personas de su entorno más cercano, obreros de derecha incluidos. “¡Viva España! ¡Viva la Constitución!“, jaleaban con entusiasmo en la puerta del Ayuntamiento cuando alguno de los presentes se vino arriba: “¡Viva Mariano Rajoy!”, vociferaba entre las risas de los presentes.

La escena, ciertamente dantesca e impensable hace unos meses, no fue un hecho aislado ni fortuito. Se enmarca dentro de una estrategia diseñada y desarrollada por el Partido Popular para arropar a García-Pelayo, ir perfilando su candidatura a la Alcaldía de Jerez, enterrar la Gürtel y camuflar su penoso paso por las instituciones públicas durante esta legislatura —sus cero intervenciones en el Congreso de los Diputados y sus cero intervenciones en el salón del Ayuntamiento le han valido el calificativo de la diputada 0.0 entre las demás fuerzas políticas—.

El plan de lavado de cara contemplaba a su vez rimbombantes actos públicos con los ministros de Rajoy. Alfonso Dastis, ministro de Asuntos Exteriores, acompañó hace unos días a la exalcaldesa en una procesión en la Amargura y en una función en el teatro Villamarta —con masaje mediático del Grupo Joly incluido— y Zoido, ministro de Interior, hizo lo propio este fin de semana, en una gira en plan militante que lo llevó a visitar incluso el negocio de la presidenta de Acoje o besar a la madre de Juan Holgado. En todos estos actos públicos, y sin ningún tipo de pudor, Pelayo actuaba como si de la alcaldesa de Jerez se tratase.

Bandera y populismo Cañete style para salvar una figura, la de García-Pelayo, más discutida que nunca en la oposición —todos los grupos políticos coinciden en su inexplicable actitud de no-trabajo y su falta de ética—, en tela de juicio en su propio partido —cuentan que en la rotonda de los Casinos se han escuchado voces críticas— y fuera de juego de la verdadera escena política, pues en las instituciones ni está ni se le espera.

García-Pelayo y el Partido Popular de Jerez están aprovechando el impulso de la derecha tras el procés para ocultar con patriotismo las vergüenzas de una representante pública que en cualquier otra democracia estaría fuera del tablero político. La banderola desplegada por el Partido Popular en la plaza de la Yerba no ocultará mucho tiempo los patéticos plenos que hemos presenciado, la nula actividad institucional de Pelayo, el carácter intrascendente de su grupo municipal, las políticas austericidas de Rajoy o su oscurísimo pasado. Que hayan tenido que envolver a la exalcadesa en una bandera y llamar a dos ministros para pasearse por Jerez y beber vino con la gente engañará a unos pocos, pero es una señal clara de nerviosismo. No hay performance que oculte tan burdo vacío.

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