El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en La Maestranza, en una imagen reciente.
El presidente de la Junta, Juanma Moreno, en La Maestranza, en una imagen reciente.

Hemos conocido la estupenda noticia de lo que hace tiempo se viene contemplando en España, la caída en picado de los espectáculos taurinos. Según el Ministerio de Cultura, que es el hacedor de las estadísticas de los asuntos taurinos, como así reza en su página web, no solo se confirma la debacle de los eventos mayores de tortura con toros como son las corridas de toros sino que, también, los espectáculos o festejos taurinos populares han descendido en 2018.

Las corridas de toros han experimentado en una década una caída del 54%, aunque el resurgimiento de los festejos populares taurinos dieron algo de oxígeno a aquellos aficionados que siempre han creído que los toros ensogados, enmaromados, toros a la mar, al carrer, encierros, recortadores ; algunos con nombre adquirido como el Toro de Coria, Toro de Medinaceli, Toro de Tordesillas, puestos a nivel de fiesta de interés turístico etc. eran el mal menor de la “fiesta” en la creencia de que bien vale más un espectáculo con toro que ninguno, aunque estos sean la basura de la tauromaquia.

Estos espectáculos populares taurinos son competencia municipal y en los municipios está el darlos o no. Muchos de ellos, por no decir todos, se deben a fiestas patronales metiendo a la Iglesia católica en el ajo de lo que es una barbarie pagana de abuso hacia los animales.

En estos espectáculos se han lamentado muertes de ciudadanos en los que el municipio les ha dicho a los familiares que la culpa es del finado, lo que resulta asqueroso por parte de la administración local que ha de velar por la protección y bienestar de los que concurren a las fiestas. No son meros accidentes, hay una provocación para que suceda y un elevado riesgo en ello que ni tan siquiera es advertido porque de lo que se trata es de divertirse con un pobre animal y llenar las arcas municipales de dinero manchado de sangre (una sola muerte ni lo justifica).

Las exigencias por estos acontecimientos y la presión de los animalistas han conducido a que se exijan veterinarios y sanitarios en estos festejos, lo que los encarece, y muchos Ayuntamientos que ya están endeudados hasta las trancas no pueden permitirse el gasto extraordinario. Va siendo hora de buscar la diversión en otro sitio, gastando el dinero de los contribuyentes en algo que no provoque la muerte ni el maltrato a las personas y los animales.

Ahora el 26-M, podremos votar lo que realmente queremos de nuestros ayuntamientos, más empleo, más sostenibilidad energética, más cultura —si con ello no dañamos a nadie—, más pensar en la gente y sus necesidades, que en buscar el tan manido pan y toros. Algunos lo llevan en sus propuestas, otros las esconden porque dependen del partido central y otros no tienen más propuesta que la defensa de la tauromaquia por encima de cualquier cosa llevando en sus candidaturas toreros y aprendices de tortura.

Y vayan a votar …

Rafael A.Luna Murillo es veterinario, máster en etología y simpatizante de EQUO

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