Hay decisiones en la vida que se adoptan de forma provisional y que, sin embargo, se hacen definitivas porque no se cambian a lo largo de ésta. Son decisiones fruto de la coyuntura, del momento. Seguramente, sería mejor construir todo pensando en el largo plazo, pero lo urgente se impone siempre a lo importante. Tal cosa sucedió a la hora de definir el modelo de partidos políticos en la Constitución de 1978. En aquel momento primó dar estabilidad a los incipientes partidos, hacerlos fuertes orgánicamente, sin mayor preocupación que establecer un requisito lógico: su funcionamiento democrático.
Pero el funcionamiento democrático o democracia interna es, digámoslo así, análogico, no digital. Es decir, siendo un partido político democrático, puede tener un grado de democracia mayor o menor. Un partido será más democrático en cuanto mayor sea el número de procesos electorales internos que son verdaderamente competitivos. Y aunque se puede argumentar que siempre, o casi siempre lo son, lo cierto es que estos se ven sometidos a barreras que limitan la participación, como, por ejemplo, el requisito de avales para ser candidato. Este requisito es difícil de salvar. Suelen ser porcentajes realmente altos cuando se traducen a números absolutos. A este problema, no menor ya que se ha de tener cierta infraestructura operativa para la recogida de avales en poco tiempo, se une el hecho de que el aval es público, por lo que puede coartar la disposición a darlo del afiliado.
Todos los partidos de ámbito nacional están avanzando en la democratización de sus procesos electorales internos. El Partido Popular lo está haciendo, ciertamente, por la necesidad de pactar con Ciudadanos, partido que está imponiendo la celebración de elecciones primarias como condición para dar su apoyo. PODEMOS, IU y PSOE también están avanzando en esa línea.
Éste último, el PSOE, ha proclamado a su secretario general, Pedro Sánchez, como candidato a la Presidencia del Gobierno de España en la próximas elecciones generales. Ha sido proclamado después de un proceso de primarias en las cuales no se ha llegado a votar. Eso mismo ocurrió en la federación andaluza de ese partido con la actual Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Ningún candidato más superó el número de avales necesarios para que se produjera la elección. Hay una diferencia importante entre ambos procesos. Estas primarias, las de Pedro Sánchez, tenían que haber sido abiertas a la ciudadanía, como se hizo en Francia para la elección presidencial del PSF, que ganó Hollande. Tenían el objetivo de volver a conectar al partido con la ciudadanía. Pero los vaivenes de su liderazgo, cuestionado precisamente desde Andalucía, provocaron que se desdijera de su promesa de celebrarlas el pasado mes de noviembre, tal como estaba previsto, y trasladarlas a un mes de junio post-electoral, en la que la mayoría estaba ocupada con la constitución de su ayuntamiento o su comunidad autónoma, incluida Andalucía. Estas circunstancias no eran, ciertamente, favorecedoras de la puesta en marcha de un proceso de tal importancia.
No obstante el fracaso del proceso, creo que Pedro Sánchez se ganó la legitimidad interna el pasado 13 de julio, cuando ganó la elección a secretario general por una diferencia de trece puntos sobre su inmediato rival Eduardo Madina en una votación en la que pudieron participar todos los afiliados del PSOE.
La lástima es que se ha perdido otra oportunidad de ampliar la democracia interna, en este caso en un partido que, de momento, sigue ocupando un papel central en nuestra democracia. Y de volver a mirarse en la gente, algo tan necesario.


