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Un cristiano no vota a quien le ofende y en España, sin el voto cristiano no ganas elecciones. No vale el voto de los tuyos solo. Tienes que convencer a la mayoría. 

Partamos de la base de que quien escribe esto es cristiano y es partidario del llamado laicismo, es decir, que las religiones  —cualesquiera— y el Estado no se mezclen en nada ya que considero que la religión es un asunto particular de cada cual. Alguien me dirá que en el caso de los católicos, la religión mayoritaria de España, una de las obligaciones es participar en la vida pública. Algo que a mi juicio se ha interpretado mal: no es lo mismo participar en la vida pública a título personal que invadir con tus ritos y tradiciones la vida cotidiana de TODA la ciudadanía.

Sí, es verdad que existe el derecho a la manifestación y ha de ser usado. Pero últimamente se está abusando de este derecho a manifestarse hasta verlo como una cosa cansina. En mi ciudad, tanta procesión lleva ya a la exageración y a la pérdida de la esencia de lo que un día fue la llamada Semana Santa. Los cristianos debemos manifestarnos públicamente, sí. Estoy de acuerdo con ello. Pero no con manifestaciones, ni procesiones, ni cosas por el estilo. Debemos manifestarnos con nuestro comportamiento: Por sus obras, os conocerán (Mt 7, 20).

Ante tanto uso y abuso de la manifestación religiosa así como de su injerencia en asuntos de Estado (funerales, procesiones, patronazgos, medallas, colegios, etc.) es normal que haya personas que no estén de acuerdo con esto y conformen movimientos laicistas. Sin embargo, considero que se equivocan en sus estrategias, porque el asunto religioso es muy delicado. No es como el político donde son las ideas lo principal y se pueden debatir y luego rechazar o admitir dentro de los límites impuesto por la tolerancia. Aquí hablamos de creencias personales, de sentimientos arraigados en lo más hondo del ser humano. Y eso, si no se comprende desde el movimiento laicista, llevará muchas iniciativas al fracaso.

Pensemos en una cosa como ejemplo. A los partidos políticos, la ideología se le supone. Y nadie le pregunta por ella. Veamos: todo el mundo sabe cuál es la postura del Partido Popular con las guerras. Ya lo vimos como actúo en la pasada guerra de Iraq a pesar de la contestación social. Por eso, ya se supone que la gente sabe como actuará en caso de otra guerra. De ahí que en las campañas electorales el PP no diga nada de su posición con las guerras del mundo y que nadie le pregunte.

Pero la izquierda, donde el laicismo está más extendido, no hace lo mismo. Continuamente, incluso cuando no gobierna —y ese es el mayor error— está lanzando posiciones ideológicas con respecto a temas religiosos. Es lo que se llama meterse en camisas de once varas sin necesidad. Porque a la izquierda también se le supone su ideología y también se le supone laicista. ¿A qué viene entonces propuestas que sólo crean polémicas y que son aprovechadas por el contrario para debilitar a los partidos que apoyan el laicismo? Un ejemplo sería la propuesta de cambiar los nombres de las calles de Jerez que tengan que ver con lo religioso. Estoy de acuerdo, en parte. Y digo en parte, porque si hay calles dedicadas a personas ejemplares en el mundo de la política o la cultura, ¿por qué no se le puede dedicar una plaza a un cura que haya sido o sea muy querido en su barrio?

También el movimiento laicista tiene que analizar una cosa. ¿Cuántos son cuando se reúnen? Y yo les pregunto, ¿cuánta gente mueven las hermandades en Jerez? ¿Cuántos frente a cuántos? ¡Hay que verlo, eh! Porque no se puede imponer la voluntad de muy pocos frente a la de muchos, a pesar de que creamos tener la verdad absoluta. Y yo en esta cuestión, me pongo de parte de los laicistas. Pero no de su estrategia. No es el momento de cambiar el nombre a las calles. Ni el momento de hacer más tipos de propuestas que creen división. Sencillamente porque sólo llevan a enfrentamientos de los que alguno pescará en río revuelto y la izquierda de nuevo se quedará sin tocar gobierno. ¿Por qué? Porque en este país nadie gobierna si no es con el voto cristiano.

Pido inteligencia, altura de miras, saber mirar más allá de la punta de la nariz y tener claro que Zamora no se ganó en una hora. Hay que tener las cosas claras, no sacarlas a debate público porque son difíciles de entender. Ya digo que estas cuestiones se les supone a la izquierda. Pero queda mucho trabajo de educación en la ciudadanía, de hablar, de entenderse y de llegar a acuerdos con la gente. Porque si seguimos como vamos y con algunos descontrolados laicistas que no paran de insultar —sí, digo insultar porque si alguien se ríe de la Virgen María a la que los cristianos consideramos como madre, lo sentimos como un insulto— esto va por mal camino y sólo conseguirá que las religiones institucionales se refuercen.

Piensen. Analicen. Un cristiano no vota a quien le ofende y en España, insisto, sin el voto cristiano no ganas elecciones. No vale el voto de los tuyos solo. Tienes que convencer a la mayoría. Y cuando la tengas convencida, entonces podrás cambiar las cosas desde el Gobierno. Mientras, cualquier propuesta sólo serán brindis al Sol y que podrán ser utilizadas tanto por los adversarios como por esos políticos profesionales de turno que no quieren ganar elecciones porque en la oposición no nos podemos ni imaginar lo bien que viven.

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