El lado oscuro de esta Pascua Militar 2020

Los piropos a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil, en la Pascua Militar han sido tantos, tan amanerados, tan empalagosos, por parte del Rey que dan miedo.

Cristóbal Orellana.

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

El Rey Felipe VI, en la Pascua Militar 2020.
El Rey Felipe VI, en la Pascua Militar 2020.

Los piropos —coincidiendo con las últimas y cruciales sesiones parlamentarias— a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil, en la Pascua Militar han sido tantos, tan amanerados, tan empalagosos, por parte del Rey y de la ministra de Defensa y Exteriores, que dan miedo. Esta conducta política cuidadamente temblorosa por parte de Felipe VI y por parte de Margarita Robles pone en entredicho, o lo parece, el lazo de lealtad de unas Fuerzas Armadas que, pensarán los propios Felipe VI y Margarita Robles, podrían reaccionar compulsivamente ante la formación de un Gobierno de izquierdas.

Obviamente, ese temblor viene a coincidir de algún modo, sin querer, con el mucho más que incendiario discurso del Partido Popular contra el nuevo Gobierno, diciendo que Pedro Sánchez va a pulverizar España y la Constitución. Ciertamente, el PP, al compás de Vox, juega con fuego puro. Pero el nuevo Gobierno debe demostrar, en primer lugar, firmeza ante estos ataques —de tono golpista— en los que la derecha quisiera protagonizar en exclusiva la idea de España, el espíritu de la Constitución y de la soberanía nacional, satanizando al nuevo gobierno y equiparándolo, como ha hecho Pablo Casado, a los intereses de ETA.

Porque los militares se pondrán a favor no de quienes, como el apocalíptico Casado, desplieguen mayores habilidades retóricas de pose histérico juvenil, sino de quienes demuestren de verdad respeto a la democracia —lo que no están haciendo ni el PP ni Vox—. Por ello, piropear desmesuradamente a las Fuerzas Armadas, ofreciéndoles mil reconocimientos públicos y promesas de subidas del gasto militar, blindaje de la actual política internacional intervencionista, etc., revela aparatosamente una fragilidad política por parte del Rey y de la ministra de Defensa-Exteriores.

Muchos militares conscientes, demócratas, vivirán este insufrible piropeo como un grave signo de debilidad del nuevo Gobierno. Por esta vez, pacifistas y militares —dos mundos que soportamos mal las mentiras— a lo mejor coincidiríamos en que las Fuerzas Armadas no deben ser tratadas como una moneda de cambio por nadie, es decir, no se les debe conceder el hipotético poder de faltar a su juramento de lealtad a la Constitución mediante una acción indebida contra el orden vigente. Me parece que tratar a las FAS de hoy como si fueran capaces de actitudes involucionistas a la vieja usanza es un error político extraordinariamente grave.

Con el nuevo Gobierno de PSOE y de Unidas Podemos las Fuerzas Armadas, supongo yo, habrán de cumplir —como cualquier otra institución del estado— con el ordenamiento jurídico vigente. Pensar otra cosa y escenificarlo con mil galanterías que no vienen a cuento es un error que, estoy seguro, no gustará en muchos sectores democráticos de las Fuerzas Armadas y podría dar anacrónicas alas a otros sectores que, ciertamente, lo son menos.

Otra vez la Corona se quiere atribuir, sin pudor, el papel de garante del orden democrático en un supuesto escenario de confrontación civil. Otra vez con su ansioso y manido mensaje: sin mí solo tendríais el caos fruto de vuestros odios. Grave error, sobre todo, de Felipe VI. Y flaco favor, de fondo, que le hace al legítimo y necesario nuevo Gobierno. Recordarles, precisamente ahora, a los militares lo que es de manual está de más: "La soberanía es la autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes. Por tanto, la soberanía es la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de otros Estados. Por ejemplo, en algunos gobiernos, como en España, la soberanía reside en el pueblo, según la constitución española, del que emanan todos los poderes del Estado, a través de representantes elegidos por votación. Esta soberanía es la denominada soberanía nacional. La violación de la soberanía de un país o de un Estado puede tener trágicas consecuencias, como el inicio de un conflicto bélico".

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