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En un jardín andaluz se puede reconocer la cuenca entera del Mediterráneo, pero a escala diminuta.

En un jardín andaluz se puede reconocer la cuenca entera del Mediterráneo, pero a escala diminuta. Por un lado, como ella, se trata de un espacio limitado, archiconocido y muy vigilado. En efecto, el jardinero sabe de memoria lo que crece en cada punto, incluso en aquellos espacios abandonados por necesidad o por pereza. Además, el jardinero está permanentemente al corriente de cuanto acontece en su jardín, con la salvedad de que no requiere para ello de un costoso sistema de satélites.

Por otro lado, el jardín andaluz, como la cuenca del Mediterráneo, se caracteriza por una enorme diversidad biocultural, acogiendo incluso numerosas especies venidas de otras partes del mundo. Las diferentes especies, autóctonas y foráneas, compiten entre sí por los recursos del territorio en desigualdad de condiciones, conviviendo en una paz frágil que depende en proporción directa de las habilidades del jardinero para gestionar tal diversidad.

El concepto de jardín de memoria implica aceptar que el ecosistema de un territorio, por muy pequeño que sea, es el resultado de un flujo incesante de vegetales, de humanos, de otros animales, cada uno de los cuales imprime en el territorio su propia huella, guardando para siempre la memoria de su paso. 

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