No sé si recordarán aquella mítica canción de Antonio Machín que decía eso de “Yo no tengo padre, yo no tengo madre, yo no tengo a nadie que me quiera a mí”…
No sé si recordarán aquella mítica canción de Antonio Machín que decía eso de “Yo no tengo padre, yo no tengo madre, yo no tengo a nadie que me quiera a mí”… Algo así debe estar pasando por la cabeza del excandidato (ya presidenciable) Pedro Sánchez, secretario general del PSOE no sabemos por cuánto tiempo, mientras deshoja la margarita de los pactos.
Si ya es difícil que te quieran en tu casa imagínense conseguir que te quieran en la ajena, y a la vista de los acontecimientos, la cosa promete. Quién le diría al bueno de Pedro, después de cosechar el resultado más paupérrimo del PSOE desde que tenemos democracia (a la nueva me refiero, obviamente), que el presidente “muy español y mucho español” (como él mismo podría explicar con su particular elocuencia) dejaría de intentar ser presidente aunque no renuncie a serlo, porque prefiere no atreverse a investirse como tal, con el objeto de volver a serlo cuando consiga los apoyos de los que ahora no lo apoyan ni tienen intención alguna de apoyarlo. No sé si ha quedado claro…
El hecho es que nos encontramos en una situación mágica que, por extraña y rocambolesca, nos demuestra que esto de la democracia es algo más complicado que ir a depositar un voto en una urna y contar luego con ábacos o calculadoras. Se presenta un mes apasionante donde los tres tenores (sí, sí, no me he equivocado… el cuarto ya ha hecho mutis por el foro) tratarán de tejer una red que permita llegar a acuerdos, incluso entre aquellos que ya no solo no se soportan, sino que airean a los cuatro vientos sus inquinas y odios más viscerales.
Y en medio de este galimatías, Pedro Sánchez mirando de reojo a sus barones y a la vieja guardia del partido, casposa, carca y a veces senil, haciendo bueno el refrán de “que Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me cuido yo”, esperando que en cualquier momento aparezca Brutus esgrimiendo el filo que acabe con el César.
Una cosa les garantizo. Me quito el sombrero ante el arranque de valentía del candidato Sánchez porque hacer funambulismo sin red sobre el foso de los leones, no lo hace cualquiera. Y porque este órdago supone que, o sale investido presidente, o abandona la política por la puerta de atrás habiendo fracasado doblemente: en las urnas, y en los despachos. Doble o nada. Todo al negro (o al rojo, quizás).
Al menos ha dado el paso al frente y no atrás como el Presidente Plasma, lo cual ennoblece su imagen y porte de caballero andante y obliga a los que lo acusábamos de “postureo” (entre los que me incluyo), a tragarnos nuestras propias palabras… por ahora. ¿Valentía o insensatez? El tiempo dirá… Pero en un país donde El Quijote es santo y seña… ¿acaso nos extraña la loca bravura quijotesca?
Galope, amigo Sánchez, que no son molinos de viento… son gigantes.
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