El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

Estoy en la tesitura de no conseguir vislumbrar si mi voto a la izquierda del PSOE, ya a toro pasado, fue una traición emocional o una evolución en conciencia política. Sigo preguntándome si la indignación (no toda) sin cultura y racionalidad no es más que populismo barato,  polarización y, por consiguiente, dar alas a lo que por el otro polo crece y muta, como un vil lagarto aletargado que ya estaba ahí, hibernando pero controlado por un consenso o quién sabe, la no todavía falta de recursos y las crisis económicas provocadas y sistémicas desde la banca norteamericana.

Estoy estupefacto al ver las pusilánimes herramientas o el poco margen real de maniobra de la izquierda, aunque esté sentada en un Consejo de Ministros. Y sobre todo como los medios de comunicación y sus periodistas estrellas abandonan el barco. Pero como dije, no consigo saber si es por haber comprendido los ciclos históricos, los resultados, la división, la estupidez, la mala leche y la ignorancia o si somos ratas que abandonamos el barco... Así me castigo. 

Ver a Pablo Iglesias en la radio pontificando para ciudadanos ya convencidos no vale para nada. Asumir cómo le ha resultado imposible por los de siempre también me da gastritis mental y observar a las Iones y las Irenes ya me da vergüenza ajena. Por no hablar de la impertinente egolatría identitaria de Teresa. Y, por terminar, en una honradez calamitosa, pedir al cielo que Yolanda esté más cerca del PSOE que de ninguna otra cosa o experimento ya no sé ni cómo interpretarlo. Ya son pocas mis certezas. 

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