Manifestación en Madrid en octubre de 2011.
Manifestación en Madrid en octubre de 2011.

Estoy en un grupo de afectados por un índice que afecta a más de un millón de hipotecas en España. Ya no lo hago en ninguna sede prestada ni voy una vez por semana a ver las mismas caras anhelando la masificación de las asambleas. Sin saber si mi empeño era por resolver mi problema o el de los demás. En definitiva, algunos años estuve y mantuve mi compromiso y si por lo mío hice por lo tuyo en un cooperativismo, que ahora y tras una explicación magistral de un colega de Facebook, también me he dado cuenta de que forma parte de la naturaleza (sí, eso que hacen las hormigas) me doy por satisfecho. Eso que no venía percibiendo creyendo que la izquierda era hasta un poco antinatural por la deriva de la economía y por creer más que lo natural era la perseverancia y el sometimiento del más fuerte al débil. Pero cuando se tienen epifanías y descubrimientos y se aprende desmontando mitos es como tomar una droga de calidad. 

En eso de la cooperación, de las manadas, las hormigas, las colmenas estaba instalado mientras repasaba el grupo donde día tras día se comentan las novedades del maldito índice que nos hace pagar 300 euros más al mes que otro usuario que tenga Euríbor. Entonces es cuando empiezo a leer, en esa asamblea virtual masificada, los comentarios en contra de los políticos y la política y veo el número de perfiles con las siglas de Vox crecen como la espuma. Es cuando no he podido evitar interpelar a un miembro del grupo con estas características. Preguntando cuestiones sobre rescates a la banca, élites, Europa, oligarquías financieras, liberalismo, estados que protegen, gobiernos que legislan, oposiciones que no quieren ser parte del gobierno, gobiernos de coalición que tras mucho tiempo no han cambiado mi una coma ni han legislado para cambiar la situación que amarga la existencia de los afectados del grupo. Sí, amigos en ese despliegue estúpido de intenciones pseudo didácticas e intentando no decir nada bajo el desorden de las emociones observo que la ultraderecha ya está instalada hasta en las causas reivindicativas y foros que eran propiedad de la izquierda.

Me planteé abandonar el grupo, pero la idea de ser intolerante pasó por mi cabeza aunque también la de no dar legitimidad a quien milita o tiene interés en buscar soluciones defendiendo a quien provoca el problema. Recuerdo aquellas asambleas con gente buena, pero lo que más y con mayor énfasis recuerdo es que todos éramos de izquierdas. Sin duda las causas, los problemas y las injusticias no pueden abordarse sin un poso de calidad o de conocimiento.

La transversalidad y la falta de filtros en el grupo ha propiciado que todos tengan cabida. Que estos ocupen sitios como vigías en las atalayas. Lanzando discursos populistas y despotricando en contra de todo y de casi todos. Dos opciones tengo: quedarme y combatir desde mi ínfima información para seducir, cambiar e intentar informar y convencer o huir y seguir la causa desde una postura individual, con mi abogado y sin sofocarme más de lo que el tema requiere. Están ganando, van a ganar y el imperio de los necios se avecina. Aunque suene como algo petulante y desde un púlpito insufrible, lo siento, es lo que pienso aparcando las emociones. Ellos ganan porque se dedican a las tripas mientras nosotros no conseguimos nada más que dividirnos por cuestiones insufribles y pueriles.

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