Las intensas nevadas ponen en peligro las carreteras del norte de la Península
Las intensas nevadas ponen en peligro las carreteras del norte de la Península

Y en nada, las cofradías en la calle, y el jolgorio de las ferias. Nos quejaremos…

Los anuncios navideños nos machacan la conciencia desde mediados de noviembre. El reencuentro con las personas queridas y los deseos de amor y paz.

Todo en el hogar invita a acurrucarnos en los recuerdos y nos dejamos llevar por ese ambiente de calor. Vuelve a casa, vuelve. Y sí que regresamos, en cierto modo, melancolía mediante, a los olores y sabores de la infancia, en una especie de hipnosis colectiva que se detesta o encanta, depende de las circunstancias.

Si hiela fuera, no importa. No vemos la oscuridad más allá del alumbrado extra. Y lo feo de la vida, de momento, parece mantenerse en un segundo plano que nos mantiene a salvo.

Aunque el miedo permanece, y ya hablé en un artículo anterior de esos lobos malos que acechan en las esquinas a las niñas, para arrojarlas a pozos abandonados de sórdidas naves industriales, por ejemplo. Y las pesadillas se cuelan por las rendijas de los sueños, devastándolo todo. Mejor seguir, avanzar, correr.

Somos frágiles y quebradizos. Debemos aferramos a esa tregua que nos sale al encuentro a primeros de invierno, a sabiendas de que justo después llegará el frío verdadero, y el regreso a lo real. Para que pase pronto, nos lanzamos a la rutina o a la carretera, para que la vuelta sea rápida y no duela tanto. Y restablecerlo todo, huir de la tristeza, quitar rápidamente los adornos, guardarlos en cajas, en sótanos, en trasteros, lejos. Cambiar el registro, e intentar sobrellevar y sobrevivir, ateridos, como esos papanoeles colgados de las ventanas que se olvidan a la intemperie a mediados de enero, a esta tarde de domingo de treinta y un días

Pero es mi primer artículo de este año, y no quiero deprimirles, que estamos en Cádiz, y por estos lares antiquísimos y occidentales, el mejor remedio para los estómagos saturados en las comilonas, son los erizos, ya se sabe, y la terapia más eficaz para el bajón, el COAC y las bambalinas del Falla. Ay.

Y en nada, las cofradías en la calle, y el jolgorio de las ferias. Nos quejaremos…

Pero paciencia, céntrense, y si salen al hielo, lleven cadenas para el coche, no les vaya a pasar como a los de Angliru, en la subida a Grazalema. Usen un gps que les acerque al puesto de churritos más cercano. Y canten alguna de Paco Alba. Por favor, olviden a Puigdemont (odio nombrarle yo también) y quemen las páginas de sucesos. Sean felices, rápido.

Hace apenas dos semanas estábamos bebiendo con los peces en el río, y ya estamos en Carnaval, señores (muchos peces siguen a lo suyo, y vuelven a beber por ver nacer a quien sea).

Es bueno correr para combatir el frío, y por aquí somos expertos en velocidad.

Feliz año a todos, que todavía y hasta mayo, creo que se puede decir.

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