Mensaje de Hermann Tertsch, eurodiputado de Vox.
Mensaje de Hermann Tertsch, eurodiputado de Vox.

Me había propuesto no envenenarme la sangre estos días de confinamiento, en los que ando ensimismado con mis canciones y mis versos, que ofrezco a mi gente querida como bálsamo contra el tedio y la tristeza de tantos días de reclusión. Sé que ese alimento espiritual no me inmuniza contra la Covid-19, ni tampoco a los míos, pero, además de nutrirme de Belleza, que cantaba mi admirado Aute, me sirve de coraza contra el cainismo de quienes ven en esta pandemia su oportunidad para medrar en las charcas de la miseria y la podredumbre.

En las situaciones extremas es cuando lo mejor y lo peor del ser humano emerge. La suerte, en este caso, es que los buenos sentimientos de ternura, de compasión, de empatía, de solidaridad, de amor, en suma..., ganan por goleada a la maldad, la ira, y el “cuanto peor, mejor” de los fanáticos más recalcitrantes. En definitiva, el bien gana al mal por goleada. El problema es que el mal se aplica con todos los medios y altavoces a su alcance en su fin ultimó de sacar tajada de la muerte.

Mientras los balcones de toda España, a las ocho de la tarde, se convierten en un clamor de apoyo y agradecimiento a quienes nos cuidan, y mientras nos sentimos más humanos y necesitados de los demás que nunca, este virus letal no ha conseguido que la derecha española haga un mínimo esfuerzo de civismo y sentido de Estado y empuje con el Gobierno para vencer la pandemia. Todo lo contrario, vocifera “asesino” al Presidente, siembra virtualmente la Gran Vía con ataúdes y acusa al movimiento feminista del 8M del contagio planetario en connivencia con el chavismo bolivariano y las hordas podemitas.

Y, en un alarde de travestismo ideológico, exige medidas más duras de control de la población y mayor protagonismo de lo público para atender a los afectados. Sí, sí..., lo exigen ellos que, allá donde han gobernado, han puesto en manos privadas esos servicios que ahora demandan y que la ciudadanía encuentra diezmados porque los convirtieron en negocio y coartada para sus corruptelas. Son los mismo que ahora, a través de cientos de miles de cuentas falsas en las redes, y de noticias en los medios a los que subvencionan (véase información publicada por este medio), intoxican para ganar en el pozo del dolor y el sufrimiento lo que no consiguieron en las urnas.

Decía que ando estos días en mi nirvana interior alimentado por mis canciones y reflexionando sobre el día después, cuando todo pase, cuando vuelvan los abrazos y los besos y ya nada sea igual. No entro al trapo de ningún debate con quienes ven al Gobierno como el causante de nuestros males, ni de sabihondos profetas del pasado. He aprendido, como reza en uno de los cientos de wasaps recibidos estos días que “la peor pérdida de tiempo es discutir con el fanático al que no le importa la vedad, o la realidad, sino solo la victoria de su fanatismo”.

Hoy, sin embargo, hago una excepción, porque ver a Rajoy ejercitándose al aire libre, y pasándose el confinamiento por el forro de su patriotismo “essspañol y muy essspañoll”, ha provocado que la bilis revuelta me salga por las orejas, así que abuso de la amabilidad de los colegas de lavozdelsur.es para que, a modo de terapia, me permitan aplacar mi indignación en esta tribuna. Es cierto que las heridas si no supuran no sanan. Ya me contuve con otros “patriotas”, que están en modo off, cuando la huida de Aznar y Botella a su residencia de Marbella, o con la esponsorización del sufrimiento por parte del PP local, con su reparto de mascarillas con el logo de la gaviota ¡Hay que ser golfo y ruin! Yo, en vez de mascarillas, a esta gente les daría bozales del tipo Hannibal Lecter para que, en estos momentos tan duros, en los que la única política decente es ir juntos para resistir y vencer, no sigan mordiendo al capitán en medio de la tormenta, ni contando a cuantos muertos están de ganar las elecciones.

Despido esta tribuna terapéutica acudiendo a los versos de Luis Eduardo Aute, uno de esos dioses humanos en los que creo y que se me ha muerto hace pocos días:

Mercaderes traficantes,

más que náuseas dan tristeza.

No rozaron ni un instante

La belleza

Y hoy, 14 de abril, con el deseo de ¡Salud y República!

 

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