Protestas en Chile. FOTO: Agustín Laje
Protestas en Chile. FOTO: Agustín Laje

El pueblo chileno está en la calle, y los militares también. La situación recuerda a los años terribles de la dictadura. Pero me cuentan mi amiga Pita y mi amigo Javier desde Villarica, que “ahora los jóvenes no tienen miedo y luchan por su futuro y por sus padres y abuelos, que fueron víctimas de los horrores de Pinochet”. "Han sido décadas de injusticias y la subida del billete de metro ha sido solo la gota que ha provocado el estallido social", narran.

Los chilenos no quieren las migajas que un fracasado Piñera les ofrece a modo de paquete de ayudas sociales. Eso, me dicen, “es como intentar tapar el sol con un dedo”. Quieren que el presidente dimita y dé paso a un Gobierno de base amplia que cambie de arriba a abajo los pilares del sistema.

En estos últimos años de gobierno ultraliberal, Piñera ha culminado la privatización extrema del país. Los chilenos no tienen acceso a una atención sanitaria universal y gratuita, y encuentran serias dificultades para comprar medicamentos. Tienen uno de los sistemas educativos más caros del mundo y los jóvenes deben entramparse por años para acceder a los estudios universitarios. Los chilenos tampoco disfrutan de un sistema público de pensiones, porque éstas se gestionan de forma privada desde corporaciones financieras y después de finalizar su vida laboral solo les quedan pagas de miseria. Los militares se negaron a aceptar esas condiciones y tienen su propio sistema mucho más ventajoso.

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Los chilenos no pueden disponer de los recursos de sus cuencas fluviales, que son de propiedad privada, lo que origina que el agua llegue a los cultivos a discreción y provoque que las tierras se sequen o el ganado muera de sed.

Los gobiernos de izquierda no fueron capaces de impulsar cambios sustanciales que consolidaran un mínimo estado del bienestar en los últimos 30 años. Ni siquiera cambiaron aspectos importantes del marco legislativo heredado de la dictadura. Y la derecha ultraliberal ha terminado por apuntalar un sistema profundamente injusto para la inmensa mayoría de la población que ya no aguanta más y ha dicho ¡basta!

El pueblo hermano de Chile está en lucha por sus derechos y su libertad, y los militares están reprimiendo con dureza a los manifestares. Ya se han producido muertes, detenciones y violaciones. Hay periodistas presos y personas que gritan su nombre para que les grabe alguien con el móvil por temor a engrosar la lista de desaparecidos.

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No he oído aún un pronunciamiento del Gobierno español condenando el toque de queda y la ocupación militar de las calles. Tampoco veo que la dramática situación de este país hermano llegue a las portadas de los medios de comunicación españoles, muy ocupados con el 'procés'.

Mientras en El Valle de los Caídos se exhuma la momia del dictador, asesino y genocida Franco, el fantasma de su discípulo mas aventajado, Pinochet, recorre nuevamente las calles de Santiago y otras ciudades chilenas.

España y Europa no pueden guardar tan vergonzante silencio.

¡Fuerza, hermanos chilenos! ¡Viva Chile libre!

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