Una vez más se le ha preguntado y una vez más se ha salido por la tangente. María Jesús Montero no dejará la vicepresidencia del Gobierno, ni el Ministerio de Hacienda, para ser candidata a tiempo completo a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Al menos, por ahora.
La última ocasión en la que lo ha dicho ha sido este viernes, en la inauguración de la incubadora de economía azul Incubazul, de Zona Franca, donde ha llegado cargada de titulares —de la cesión de los terrenos para el nuevo hospital a la carga de trabajo para los astilleros de Puerto Real—, y nuevamente de negativas a la pregunta de: ¿Cuándo dejará el Gobierno para centrarse en la carrera hacia San Telmo?
Las elecciones, también de momento, se mantienen en junio de 2026. Quedan nueve meses. Y Montero cree —por lo que dice públicamente— que desde el Gobierno central beneficia a Andalucía y, de paso, llena el zurrón de anuncios y buenas noticias cuando cruza Despeñaperros. Una estrategia arriesgada que puede precipitar el adelanto electoral. O no.
Sea como fuere, la Montero vicepresidenta-candidata no desaprovecha cualquier oportunidad que se le presenta para vender gestión, y hacer así oposición al presidente andaluz Juanma Moreno desde su cargo como vicepresidenta del Gobierno. Aunque por el camino destroce el argumentario de agrupaciones locales a las que sorprende con anuncios que no les benefician. O que directamente les estropee actos que llevan meses preparando. Se han dado casos recientes.
Hay veces que no se sabe bien dónde termina la vicepresidenta y empieza la candidata. Los discursos se solapan. Está por ver hasta qué punto le beneficia esa dualidad. Ella la defiende así: "Hago un buen trabajo al frente del Ministerio de Hacienda y de la vicepresidencia por Andalucía. Es muy importante que los nuevos Presupuestos tengan también el sello andaluz y contribuir al desarrollo de Andalucía desde el Gobierno de España en creación de empleo, en creación de riqueza, en infraestructura, en inversiones". Eso decía esta semana en Cádiz.
"Cualquier persona en su sano juicio al frente de la Junta de Andalucía querría que un andaluz estuviera al frente de los ministerios más importantes. Lo que pasa es que están nerviosos", insiste Montero, que dice que seguirá en el Gobierno central "mientras crea que mi trabajo es útil para Andalucía". En su labor en el Ejecutivo tiene dos grandes frentes abiertos: la presentación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado, que no está nada claro que salieran adelante. Antes deberá contentar a sus socios catalanes, que reclaman la recaudación íntegra del IRPF desde Cataluña.
Para los socios parlamentarios del PSOE —sobre todo, los catalanes— supone un freno la presencia de Montero al frente de Hacienda, y para la propia Montero es un arma de doble filo a la hora de encarar su candidatura a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Las tendencias de las encuestas que se conocen, de momento, no le son nada favorables. Si se presenta habiendo realizado "concesiones" —como las llama el PP— a partidos independentistas, se le complicará aún más el camino. Y le dará la campaña en bandeja a los populares andaluces.
En este juego de equilibrios se mueve una Montero que si se dedica a jornada completa a su candidatura sabe, por otra parte, que no tendrá la exposición mediática con la que cuenta ahora. Pero si da el paso demasiado tarde, puede que se quede sin margen de maniobra. En el PSOE saben perfectamente que no basta con bajar los fines de semana y escribir mensajes en redes sociales cada vez que un andaluz hace una proeza para ganar elecciones en la comunidad más poblada del país. La cuenta atrás está en marcha.



