Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN.
Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN.

Y no, no me refiero al Pedro I que reinó en Castilla en el siglo XIV llamado “el cruel” o “el justo” según sus detractores o defensores. Con este apodo identifico a nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez. El cruel, sí el Cruel, porque no cabe otro calificativo para quien ha dicho “que todo estaba bien resuelto” ante los incidentes de Melilla, con más de ¿37? muertos en nuestras fronteras. 

Cruel, y no me valen las rectificaciones justificándose en el absurdo de que no había visto las aterradoras imágenes. Cruel, pues no es la primera vez, y si no preguntad al pueblo saharaui al que ha abandonado a su suerte. Inhumano, como en su momento lo fue M. Rajoy cuando nuestros guardias civiles dispararon a aquellos que intentaban llegar a nado hasta nuestras costas. 

Una vez más el PSOE saca la patita. Lo hace con la voz del ministro de las tanquetas y comprando el discurso de la extrema derecha: “Las fuerzas de seguridad actúan siempre de acuerdo a parámetros de proporcionalidad y de necesidad para garantizar la seguridad de nuestras fronteras. No se puede permitir la agresión a nuestras fuerzas de seguridad en nuestras fronteras”.

Dais asco, sin más. Todos los que justificáis estas palabras. Vuestro clasismo llega incluso a distinguir, al igual que hace Vox, entre pobres y refugiados de primera y segunda. Rubitos welcome, negros out.  Hay quien me ha dicho que para ser presidente de un país del primer mundo tienes que ser frío y narcisista. Si eso es así, estamos ante el mejor presidente de la democracia, y eso que Felipe y Aznar dejaron el listón muy alto. 

Pero Pedro está contento, aún más cuando esta semana se ha llevado todos los parabienes, Feijóo incluido, y más de una mirada lasciva (ay, Úrsula, Úrsula…). Enhorabuena presidente, hasta el emperador Biden te ha felicitado. Al fin y al cabo, España (y Europa) es una colonia servil del imperio americano. 

Sin embargo, espero que ningún bolivariano que lea estas líneas se venga arriba. Lo peor y más funesto es que fuera del imperio no hay alternativa. Autócratas como Putin, Maduro o Xi Jinping lo ponen muy fácil, por no hablar del mundo árabe y sus religiosos emiratos y califatos. No obstante, presidente, que las democracias del primer mundo sean los lugares más avanzados no las convierten ni en perfectas ni en maravillosas, sobre todo cuando la socialdemocracia usa los postulados de la derecha neoliberal y fascista, el verdadero cáncer de la salud democrática.  El progreso no solo consiste en poner banderas multicolores en los ayuntamientos o sacar dictadores de sus mausoleos. 

El primer mundo no puede seguir levantándose sobre cimientos construidos con los cadáveres de los que huyen del terror y la pobreza. Después nos quejamos de los resultados de las elecciones y del “todos son iguales”. ¿Y qué haces entonces?, dicen los que defienden a este PSOE de centro derecha. Vivís en vuestro mundo flower power mientras os apuñaláis unos a otros. No les falta razón, aunque reconozco que la respuesta la encontré —inesperadamente— en las palabras de una diputada de la CUP, Mireia Vehí, cuando el pasado martes dijo que “la gente no vota mal, como algunos desde las atalayas de la izquierda analizan, la gente lo que no ve es una alternativa de izquierdas que les traslade un mensaje esperanzador”.

Pues ya sabéis, a ponerse a ello, menos egos y más esperanza, menos nostalgias y más futuro progresista, tolerante y sostenible. Joder, tampoco es tan difícil, solo hay que dejar la crueldad y el postureo para los narcisistas como Pedro.

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