Juan Cala, en rueda de prensa.
Juan Cala, en rueda de prensa.

Hasta me cuesta escribirlo. ¿Insultó Cala a Diakhaby? Ríos de tinta, minutos de circo televisivo, políticos que no pierden la oportunidad de meter sus hocicos para atrapar unos cuantos votos… Domingo por la tarde; intento ver un partido de fútbol para disfrutar de mi Cádiz en Primera en unos tiempos demasiado tristes. De repente, todo se va al traste. Ya teníamos el lío montado. Dos jugadores se enzarzan en una discusión mientras sus compañeros intentan alejarlos. ¿Lo dijo?, ¿no lo dijo? ¿Cuándo acabaremos con esta lacra? No me queda otra que sacar a mi gruñón de paseo para, una vez más, quejarme de este mundo aún racista, aún demagogo y, sobre todo, aún sectario:

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde la expresión del insulto fuese tan descabellada que Diakhaby inmediatamente pensara que era imposible haber oído tal barbaridad. Desgraciadamente, no será la primera vez que el central del Valencia, o cualquier persona de piel oscura que viva en nuestro país, la haya oído y su reacción, habiéndolo oído- otra cosa es que Cala lo dijera- está plenamente justificada.

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde se respetase la presunción de inocencia. Me cabrean los que ponen y quitan manos en el fuego por uno u otro. Los que atacan por la respuesta del valencianista, los que defienden por la trayectoria intachable de Cala. Todo en términos absolutos. El insulto es tan grave y las consecuencias tan devastadoras que se requiere algo más que lo que dice un jugador. En un estado de derecho, por suerte, hacen falta más cosas que la versión del ofendido: algún testimonio de otros jugadores verificando lo ocurrido, voces captadas nítidamente por un micrófono… Si la justicia le pide a una pobre chica violada en un descampado que aporte pruebas de su acusación, aquí también es necesario. Por muy nauseabundo que sea el delito no podemos relegarlo a un “tu palabra contra la mía”; tampoco es válido colocar como prueba única la reacción exaltada de Diakhaby. Lo que el central che escuchó no tiene por qué ser lo que Cala dijo, o sí. De momento, no lo sabemos.

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde tratemos estos temas alejados de demagogias según convenga. La LFP dice no al racismo pero juega la Supercopa en Emiratos Árabes donde la democracia es una palabra que no existe, los derechos de la mujer son pisoteados y los abusos a inmigrantes pan nuestro de cada día. La RFEF dice no al racismo pero jugará el Mundial de Catar donde los estadios están manchados de sangre de los miles de inmigrantes muertos durante su construcción. Muy digno todo.

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde el partido, ante semejante acusación, no se hubiera reanudado. Donde ni el Valencia ni sus jugadores hubieran vuelto al campo —muy indignados pero “los 3 puntos son 3 puntos…”— y no hubieran dejado a su compañero solo por mucho que él lo pidiera. Tampoco me pareció correcta la forma de actuar de mi Cádiz, no dejando hablar a Cala el domingo para dar su versión. Una estrategia extraña que da la sensación de estar más preocupada por lo que posteriormente pudiera salir en audio o vídeo, que de esclarecer la verdad. 

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde los políticos no meten sus sucias manos en todo, como hienas buscando carroña. Ni unos ni otros. Un mundo donde la política se aleje del vergonzoso circo mediático y se abstenga de entrar en programas de tele-basura o hacer tuits oportunistas.

A Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde el racismo no existiera. En España no hay racismo, me dicen algunos…, sí claro, por eso la extrema derecha saca los votos que saca. A todos esos que para negar el racismo patrio usan la comparativa con otros países, decirles que el Pituffo Gruñón desea un país que avance, no que se duerma en los laureles porque saque ventaja a otros. Sí, en España hay racismo aún y corremos el peligro de que se extienda. Hay racismo, de la misma forma que hay machismo, y nos queda mucho trabajo por hacer para desterrarlo completamente. No olvidemos que no hace falta tener el carnet de racista 24 horas, es más, se pueden usar expresiones y tener actitudes racistas que estén tan extendidas que ni nos lo parezcan: “moros en la costa”, “trabajo de chinos”, “pareces un gitano así vestido”, “merienda de negros”. 

Decía un escritor inglés del siglo XIX, William Hazlitt, que “los prejuicios son los hijos de la ignorancia” y nuestro entorno y reciente historia todavía están llenos de ellos. Pero, por encima de todos estos deseos, a Gruñón le gustaría vivir en un mundo donde José Manuel Soto hubiera nacido en Senegal y no tuviéramos que leer o escuchar ni sus gilipolleces ni su “Por ella”.

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