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En cuanto a las tecnologías en sí, se están desarrollando agentes muy inteligentes de software, que funcionan con avanzadas rutinas de inteligencia artificial, capaces de actuar en nombre del usuario llevando a cabo sus tareas.

En cuanto a las tecnologías en sí, se están desarrollando agentes muy inteligentes de software, que funcionan con avanzadas rutinas de inteligencia artificial, capaces de actuar en nombre del usuario llevando a cabo sus tareas. Estos agentes inteligentes ya están entrando cada vez más en nuestras vidas, de la mano del teléfono móvil inteligente o smartphone, y el propio concepto de ordenador del futuro comienza a diseminarse, pasando de su papel tradicional, industrial y ofimático, a toda una red de entornos domésticos, laborales, etc. Ya tenemos aparatos interconectados que muestrean estadísticamente nuestros gustos, reciben y emiten información a la Red, permanentemente, en el cuarto de baño (ducha, WC) en la cocina, (despensa, frigorífico, etc.) en el salón (televisión-videojuegos-monitor de ordenador) convergiendo ya todo en uno, con las nuevas smart tv. Pero esas maravillosas smart tv contienen ya la tecnología para ejecutar órdenes por comandos de voz, se supone que para mayor comodidad del cliente, y  -según dice el acuerdo de privacidad , en letra pequeña, del folleto de una de las marcas- "podría recoger y su dispositivo podría capturar comandos de voz y textos asociados para evaluar y mejorar el reconocimiento de voz. Por favor tenga en cuenta que si sus palabras habladas incluyen información privada o sensible, esa información podría ser transmitida a empresas de terceros“. Todo esto  ¡en el salón de tu casa! Parece, pues, que ya están aquí llegando a casa los aparatos del Gran Hermano orwelliano.El ciborg, mitad hombre, mitad máquina, ha iniciado también su presencia: a partir de Frankenstein (curiosamente titulada por Mary Shelley, Frankenstein, o el moderno Prometeo) ya es un estereotipo cultural. Terminator, Robocop, la reciente Autómata, y otras muchas películas actualizan el mito de Frankenstein, añadiéndole una atractiva visión de confusión de los límites, que atrae magnéticamente, en un mundo marcado por la nueva androginia cibernética. Y la medicina muestra cada día pequeños y grandes logros de la introducción de chips en sistemas físicos humanos... ya no estamos lejos de la aparición del cerebro biónico, pero todo se andará: la iniciativa Ausbrain ya ha iniciado este camino.

La Red de la que surge esta conciencia global es también en sí misma una metáfora muy poderosa, verdadero paradigma simbólico. Manuel Castells, uno de los teóricos que más y mejor ha profundizado en ello, analiza brillantemente la nueva lógica de red, en la cual "un lugar no existe en sí mismo, ya que las posiciones se definen mediante flujos".

La organización humana adopta poco a poco este nuevo paradigma. Las antiguas organizaciones verticales, procedentes del mundo medieval, se ven todavía tímidamente atravesadas por conexiones horizontales que -no obstante- no logran todavía consolidarse como nuevas jerarquías de posición, generándose una situación de conflictos heterárquicos en el seno de las grandes organizaciones, sean del signo que sean. Frente a la esclerosis, emerge la flexibilidad y una nueva cultura organizativa, en la que también hay paradojas: en este nuevo horizonte marcado por la innovación y el cambio, surge también la aversión al riesgo, y el recurso a la vigilancia panóptica para minimizar dicho riesgo. Esto se traduce en todos los niveles, de lo más concreto a lo más abstracto: de las videocámaras en oficinas, tiendas, bancos, garajes, calles, etc. a las nuevas epidemias de ansiedad psicológica.

Mientras tanto, el panóptico se perfecciona técnicamente y se socializa: móviles de empresa geoposicionados, sistemas avanzados de reconocimiento facial, sistemas de exploración del iris, sistemas de rayos X, búsqueda infrarroja (FLIR), tecnologías de visión nocturna, sistemas de posicionamiento global (GPS) en todo tipo de usos cotidianos, sistemas estroboscópicos , proyecciones holográficas, etc.

En este panorama, resulta evidente que los numerosos dispositivos surgidos y ya aplicados contra el crimen se pueden reorientar con toda facilidad hacia disidentes políticos, huelguistas, refugiados, etc. El GPS, por ejemplo, ya permite "etiquetar" a alguien y no perderle jamás la pista. La inmensa red de espionaje Echelon, ya permite controlar la práctica totalidad de las telecomunicaciones mundiales, coordinando plataformas de computación que recogen llamadas telefónicas, faxes, telefaxes, mensajes por Internet, etc. mediante avanzados sistemas de categorización de palabras claves. Se ha desarrollado también la tecnología Tempest o Emsec, que permite interceptar directamente las emisiones y comunicaciones de un ordenador, y entrar en su disco duro mediante la obtención de datos a partir de las radiaciones electromagnéticas que éste emite.

Los teléfonos móviles no escapan a este control, y como señala Reg Whitaker "cualquier persona sensata que use un teléfono móvil asumirá que alguien puede estar escuchando. En Inglaterra se inició la retención durante dos años todos los datos registrados de los teléfonos móviles, a disposición de los servicios de seguridad correspondientes". Esta retención de datos se ha generalizado ya a todo Occidente, bajo los conocidos y nunca justificados argumentos de seguridad nacional, a la vez que se incrementa exponencialmente la compra venta de todo tipo de bases de datos, incluidas las telefónicas, entre empresas, bancos, etc., con fines de marketing, con y sin el consentimiento del ciudadano con cuyos datos se mercadea.

Las tarjetas de crédito comienzan a incorporar agentes cada vez más inteligentes, al igual que el DNI, las tarjetas de la seguridad social, y las tarjetas de empresa. Ya iniciamos con claridad el fin de las propias tarjetas de crédito , mediante su incorporación al teléfono como medio de pago, y se acerca el fin del dinero -entendido a la manera tradicional "cash"-y su sustitución global y total por sistemas digitales de información financiera perfectamente controlados. Un sistema cada vez más global, gestionado por gigantescas empresas de marketing que, tendrán la concesión de supermercados, de bancos y de gobiernos nacionales, para integrar todo tipo de datos, rastrear el uso concreto de cada céntimo, y extraer de ello informaciones valiosas para futuras campañas de consumo o para la seguridad nacional. Y aún quedan en el tintero las ya usuales cookies, cada vez también más inteligentes, que ya entran cada día en nuestros discos duros, muchas veces envenenadas,  o el correo electrónico -la forma más insegura de comunicación-, almacenado servidores de Internet, y los sistemas de  encriptación.

Inmensas bases de datos  cruzan cada milisegundo información personal, financiera, de seguros, de servicios sociales, de servicios domésticos, de consumo, laboral, educativa, judicial, etc. El rastreo de una persona a través de la integración de todos estos perfiles es cada día más fácil, y más terrible. Un estado europeo medio, como el español, puede cruzar unas 1.500 variables sobre cada uno de nosotros. Toda esta información, que hoy llamamos "big data" está procesándose para muy diversos fines: médicos, estadísticos, de seguridad, de consumo, sociológicos, etc. El procesamiento de los big data ha mejorado espectacularmente en los últimos cinco años, el límite superior pasó en 2008 de petabytes a zettabytes, y hoy se calcula en yottabytes. Las consecuencias, de todo orden, son numerosísimas y exceden el límite  de este artículo, por su variedad y por el hermetismo con que se tratan los resultados, pero van desde un afinamiento enorme en el análisis financiero a nuevos informes, detalladísimos, sobre enfermedades infecciosas o crimen organizado, todo a escala global.

Han surgido múltiples herramientas como Cassandra, Hadoop, MapReduce, etc. para el tratamiento tanto de datos estructurados como no estructurados, y generados por las personas -emails, facebook, búsquedas Google, videos en Youtube ,etc- o bien generados por las propias transacciones de datos, facturaciones, etc., o bien por fuentes de datos biométricos, o procedentes del e-marketing y la propia navegación Web,. Hasta las máquinas comparten entre sí un volumen cada vez más alto de datos M2M (machine to machine) que completan el aluvión de big data. Todo este inmenso flujo informativo se vuelca en redes cada vez más amplias, que permiten pensar ya -por primera vez en la historia- en un sistema unificado de control personal mundial.

En definitiva, las nuevas tecnologías de información son, como señalaba al principio, un Jano bifronte: aumentan espectacularmente nuestras capacidades, pero al mismo tiempo, y creo que indisolublemente, aumentan espectacularmente nuestras limitaciones. Creo, y en esto soy más bien pesimista, que seremos -todos, algún día- felices cibersiervos trabajando en entornos aparentemente libres, asépticos y con música de fondo... con algún chip inserto en alguna parte de nuestro cuerpo, y con una medicina y una psicología al servicio del bienestar...no lejos del "soma" que ya anunciara Huxley.  Desaparece poco a poco, al menos en Occidente, la represión directa y física, el panóptico se vuelve invisible -como el diablo- , descentralizado y consensual... también  multicultural... y, como señala Abbe Mowshowitz este mundo de redes teleinformáticas se configurará como un nuevo "feudalismo virtual", en el que núcleos relativamente seguros coexistirán con áreas desprovistas de toda ley, en un escenario donde se van disolviendo muchas de las prerrogativas históricas del Estado Nación, donde se diluyen las fronteras entre lo público y lo privado, donde las transformaciones del trabajo hacen aparecer una nueva clase de desempleados permanentes, donde "las cada vez más poderosas congregaciones de "barones" (¿las multinacionales?) desafían cada vez más la débil autoridad de los "reyes" (¿los Estados?) Los últimos años de crisis mundial han profundizado cada uno de estos rasgos, y no somos ajenos en España  a las consecuencias de estos movimientos, gestados con la aquiescencia de los grandes partidos tradicionales de Europa. Pero de política hablaremos otro día...

Ojalá me equivoque.

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