El teniente de alcaldesa José Antonio Díaz, con un clavel durante el pleno. FOTO: MANU GARCÍA
El teniente de alcaldesa José Antonio Díaz, con un clavel durante el pleno. FOTO: MANU GARCÍA

A toro pasado (por aquello de ser prudentes) conviene tratar la polémica surgida con el delegado de Medio Ambiente y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Jerez, José Antonio Díaz, del que apareció un vídeo ‘robado’ llevando a sus hijos al colegio en un coche oficial. Para entender el enrevesado entuerto es pertinente diseccionar lo sucedido y tener una fotografía de conjunto que no dirija el objetivo hacia un foco concreto o interesado:

En primer lugar, analicemos lo más básico: el delegado Díaz utilizó un coche público para un asunto privado como es el de llevar a sus hijos al cole. ¿Es reprochable y/o condenable? Habría que comenzar señalando que los políticos deben ser ejemplares siempre. Y que se podría haber ahorrado este trago de haber sido escrupuloso y ejemplar. El caso que nos ocupa tiene matices; parece que el teniente de alcaldesa vive a una distancia cercana al colegio de sus hijos y los puede dejar “de paso”, por tanto, podría tratarse de una decisión de conciliación familiar y laboral. Es comprensible y no parece, a simple vista, un tema tan escandaloso.

Peor fue que Díaz mintiera primero negando los hechos (una falta obvia de transparencia), después se pusiera farruco con las personas que le exigían explicaciones y al final amenazara al PP con llevarlo a la justicia. ¡Qué manía con judicializar la política hay en Jerez! ¿Acaso no se puede hacer política sin mencionar los juzgados? En cualquier caso, parece peor la gestión comunicativa y de transparencia que el hecho en sí, que es debatible en muchos aspectos.

Pasemos ahora a otro capítulo; los hechos. Alguna persona presumiblemente del entorno de la derecha esperó al concejal pacientemente en la puerta del colegio de sus hijos en plan detective privado para grabarlo y luego filtró el vídeo a los medios locales. Ser capaces de hacer eso y mostrar públicamente a los hijos del delegado (pixelados pero perfectamente reconocibles) y a su centro escolar, es directamente nauseabundo. La batalla política en su nivel más excecrable. Deberían existir límites en la pugna política; el respeto hacia los niños (y hacia el ámbito privado) podría ser uno de ellos.

Fase tres de este entuerto: la bola de nieve mediática. Un panfleto de derechas, el mismo que difundió un brote de meningitis en un centro de emigrantes que se demostró falso, publicó susodicho vídeo sin ningún dilema moral que fue rápidamete compartido en las redes sociales. Al mismo vídeo luego dio bastante bola el Diario de Jerez. El más antiguo diario de la ciudad dedicó extrañamente dos portadas al tema, una mencionando a los hijos. Y hasta cuatro páginas completas en interiores (hasta la fecha). En mi opinión una sobrecobertura mediática. Tan extraña y excesiva que alimentó en los mentideros de la ciudad los fantasmas de una mano negra (¿acaso un fuego amigo?) detrás de todo esto.

Existen mejores razones por las que pedir la dimisión de Díaz; por ejemplo, la tala indiscriminada y brutal de árboles (unos 200) que ha llevado a cabo en numerosas barriadas de Jerez. Eso sí que es un tema de gestión y de patrimonio municipal, y eso sí que es algo doloroso (e irreparable) para nuestros barrios.

Otro detalle; ¿Por qué fue Espinar, un discípulo fiel de Saldaña, el protagonista de la denuncia? Nada es casual en política. Espinar, que siempre aparece solo en la puesta en escena de los reproches, aparentemente no tiene nada que esconder, es un chico muy joven y perfectamente instruido en las estrategias del partido conservador. Si nos fijamos, otros cargos de su partido prefieren pasar de puntillas por un asunto que se les podría volver en contra. Si elevamos el listón de la ejemplaridad tan alto el PP puede tener un problema muy gordo, no solo en el Ayuntamiento, también en la Diputación de Cádiz, donde el uso de los coches oficiales por parte de PP y PSOE ha sido totalmente arbitrario durante lustros. No existía reglamento. Este arrebato de ejemplaridad del partido condenado por la Gürtel podría ser beneficioso: pero ojo con hilar tan fino que la política es un peligroso boomerang.

El debate de cualquier modo sería la necesidad de los coches oficiales. ¿Hacen falta o no los coches oficiales? ¿Desde cuándo? Puede ser comprensible su uso para los desplazamientos de reunión en reunión, pero el/la político de turno debería acudir al menos al primer encuentro de la mañana como hacemos todas y todos: andando, que además es sano, en bici o en transporte público o privado. ¿De verdad son necesarios todos los coches oficiales del Ayuntamiento y de la Diputación? Si hicieramos cuentas nos echaríamos las manos a la cabeza. Ejemplaridad sería utilizarlos tan solo en los asuntos de trabajo que fueran imprescindibles. Los cargos públicos deben usar los medios disponibles con responsabilidad y austeridad porque es el dinero de todas y todos, que pagamos con nuestros impuestos, el que se está gastando.

Y por último: las formas cuentan en política. A José Antonio Díaz —que siempre aparece solo en este entuerto— lo que le ha arrojado a unos leones hambrientos es ser cómo es. Con cualquier otro miembro del gobierno seguramente hubiera sido diferente, pero Díaz se ha destapado como un político gallito, poco conciliador, que debería escuchar más a la gente y que se ha trabajado amigos pero también no pocos enemigos. Todos ellos juntos (la tormenta perfecta) tienen una voz potente en todo este relato.

El caso Díaz descubre la idiosincracia de la calle Consistorio en todas sus dimensiones; un conglomerado conspiranoico de personalidades, poliédrico, terriblemente interesado, poco ejemplar, cruel hasta decir basta, a veces contradictorio, capaz de pedir la cabeza de un teniente de alcaldía por un asunto relativamente menor y hacer la vista gorda con las cientos y cientos de tropelías que se han llevado a cabo durante décadas. El anverso y el reverso de un asunto del que, si adquirimos distancia, nadie sale favorecido.

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