¿Educar o adoctrinar?

Necesitamos del compromiso de todas y todos con una educación que incluya en su currículo, la adquisición de valores como la igualdad, la libertad y el respeto

Unos niños, durante el primer día de clase el pasado año. FOTO: MANU GARCÍA
Unos niños, durante el primer día de clase el pasado año. FOTO: MANU GARCÍA

Recién estrenado el curso escolar 2019/2020 esta semana, no creo que nadie ponga en duda la importancia y el papel fundamental que tiene la educación para el desarrollo y el futuro de nuestros menores, así como para el de nuestra sociedad. Por ello, es de vital importancia que la educación que proporcionemos a éstos, sea una educación basada en valores éticos, fundamentada en la coeducación, que promueva la igualdad de género entre los niños y las niñas, que fomente el respeto hacia la diversidad afectivo-sexual y la identidad de género, y que luche contra los estereotipos sociales que fomentan la desigualdad y la discriminación. En definitiva, una educación donde primen la igualdad, la libertad y el respeto, así como la lucha contra el sexismo, la violencia y la LGTBIfobia.

Pero como cada año, de nuevo volvemos a depositar la confianza y la responsabilidad de la educación de nuestros menores en un sistema educativo, que sinceramente, no sé si su objetivo es el de educar o adoctrinar. Un sistema educativo instrumentalizado con fines partidistas, como hemos podido comprobar con las sucesivas leyes educativas españolas a lo largo de la democracia y que en la mayoría de los casos, buscaban dejar huella política e ideológica sin tener en cuenta la opinión experta del profesorado. Un sistema educativo disperso y dividido, donde las competencias en educación las tienen las comunidades autónomas, por lo que nos encontramos con 17 sistemas educativos que dependen de la ideología del gobierno autonómico de turno.

Un sistema educativo que trata de imponer los intereses ideológicos a la profesionalidad y el buen hacer de los docentes en su labor educativa diaria. Muestra de ello es la apuesta y el aumento del apoyo que la educación privada está recibiendo de las administraciones públicas en detrimento de la educación pública. En definitiva, nos encontramos que la educación de nuestros menores, sus contenidos curriculares y los fondos que reciben dependen más de criterios políticos que pedagógicos.

Ante esta situación, creo que ya es hora de dejar de hipotecar nuestro futuro y apostar por una educación pública de calidad para todos y todas. De dejar de manipular la educación y de utilizarla para crear futuros votantes en lugar de formar a quienes tendrán el futuro de nuestra sociedad en sus manos. De dejar de anteponer el futuro del partido al futuro de nuestro país. Dejemos de adoctrinar y centrémonos en educar.

Y creo que para ello, necesitamos del compromiso de todas y todos con una educación que incluya en su currículo, la adquisición de valores como la igualdad, la libertad y el respeto, así como la lucha contra el sexismo, la violencia y la LGTBIfobia. En suma, necesitamos un gran Pacto de Estado por la Educación que garantice a nuestros menores, independientemente de donde vivan, estudien o de quién gobierne, una educación pública, inclusiva y de calidad.

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