Educar en y para la Paz es un contenido trasversal que los y las docentes de todas las disciplinas académicas, aplicamos cada día en nuestras aulas. No se trata solo de una obligación moral y ética, sino de una obligación legal. La LOMLOE, la ley de educación, habla, ya en su preámbulo, de una educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial, e incluye la educación para la paz como uno de sus objetivos principales. La LOMLOE enfatiza la importancia de cultivar valores como la justicia, la cooperación, la solidaridad y la no violencia. Además, promueve la educación para la ciudadanía mundial, la comprensión internacional y la resolución pacífica de conflictos
La Educación no puede estar ajena a lo que está ocurriendo en Palestina. A ochenta años de la liberación de Auschwitz, el horror nazi sigue alargándose sobre muchos países. Millones de vidas se extinguieron en la maquinaria de odio más sofisticada jamás concebida hasta el actual genocidio de Palestina, y la pregunta persiste: ¿cómo fue posible?, ¿cómo ha vuelto a ser posible? La respuesta, compleja y dolorosa, nos obliga a mirar hacia el pasado y hacia este nuevo presente para construir un futuro más justo y equitativo. La educación, en este sentido, emerge como necesaria para tratar de evitar estos caminos oscuros del neonazismo que representan sin duda unos de los más terribles episodios de la historia humana reciente.
En pocos días, nuestro alumnado de cuarto de ESO, segundo Bachillerato o de los Ciclos Formativos de FP, va a celebrar con su profesorado y sus familias la ceremonia de graduación. Es un momento festivo, después del trabajo de todo un curso que anuncia una nueva etapa después del verano. Pero es y debe ser, una actividad educativa más, en la que la participación de todos los estamentos de la comunidad educativa, PAS, profesorado, alumnado, familias, nos ofrece la ocasión de dedicar unos minutos a una tarea tan importante como desactivar la indiferencia y prevenir el odio. La educación tiene el poder de contrarrestar esa deshumanización al cultivar en el alumnado, que es la generación futura, la empatía y el respeto por la diversidad.
Por eso proponemos, pedimos, dedicar unos minutos en este acto a la lectura de una poesía de autores o autoras palestinos. Porque la poesía y la palabra son poderosos instrumentos para la paz, capaces de fomentar el diálogo, la comprensión mutua y la empatía.
Evitar que Auschwitz y Gaza se repitan no es solo una tarea histórica, sino un desafío diario. La educación debe ser una fuerza transformadora, capaz de inspirar a cada generación a defender la dignidad humana y los derechos de todos.
La educación sobre el Holocausto judío y el genocidio palestino y la lucha contra el nazismo pasado y el neofascismo presente no es solo un deber moral, sino una inversión en nuestro futuro. Al enseñar a las nuevas generaciones a reconocer los signos del odio, cuestionar las injusticias y defender los derechos humanos, estamos construyendo sociedades más justas y tolerantes.


