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EDITORIAL

El puente de la Constitución y La Inmaculada ha dejado en Jerez una ocupación hotelera del 80-90 por ciento, turistas llegados de distintos rincones de Andalucía, España e incluso el extranjero y un ambiente en el centro espectacular. El motivo, las Zambombas, la fiesta más auténtica que tenemos junto a la Feria del Caballo, que se han convertido en todo un reclamo no sólo para los jerezanos, sino para los foráneos, que incluso ya han empezado a importarlas. En nuestro entorno, ciudades como Cádiz o El Puerto ya las celebran (con los dichosos problemas de acentuación que ya denotan el hecho de estar ante un sucedáneo del original que hay que proteger), y fuera de las fronteras de la provincia ya se hacen en Sevilla, Huelva, Madrid y hasta en Bilbao.

Volviendo a Jerez, peñas, hermandades y sobre todo bares y discotecas han visto un filón y una fuente de negocio en las Zambombas, más aun desde que fue declarada Bien de Interés Cultural. Bien es verdad que lejos quedan esas fiestas en casas y patios de vecinos, más familiares y más genuinas, pero no es menos cierto que, como bien pueden leer en lavozdelsur.es, a punto estuvieron de desaparecer si no llega a ser por el esfuerzo de personas como Juan Pedro Aladro y la colección Así canta nuestra tierra en Navidad comandada musicalmente por Manuel Fernández Parrilla de Jerez, que recuperaron unos villancicos que ya muchos desconocían hace poco más de 30 años. De esta manera, la Zambomba de hoy día poco tiene que ver con aquella de antaño. Los patios han pasado a ser carpas; grupos flamencos son ahora los que tienen la voz cantante mientras que muchos se limitan a mirar o como mucho tocar las palmas; eso sin olvidar que las barras con copas largas y montaditos son ahora las mejores aliadas de algunos. Da igual. Lo mejor de todo es que la Zambomba, aún con cambios, se ha logrado mantener e incluso magnificar en los últimos años.

Ahora bien, sería recomendable no querer explotar hasta el límite la gallina de los huevos de oro. Como decimos, la Zambomba se ha convertido no sólo en otra fiesta más del calendario festivo jerezano, sino en otro referente turístico para una ciudad que, prácticamente sin industria, busca vivir del turismo. Este pasado sábado se celebraban en la ciudad una treintena de ellas, casi la mitad en el centro. Con miles de personas en la calle, en algunos puntos se pudieron ver focos de botellón, personas orinando en la vía pública y finalmente gran cantidad de basura acumulada en muchas calles y plazas, para descontento de los vecinos del centro histórico que bastante tienen con aguantar vivir en una zona ya de por sí castigada.

Así, quizás habría que mirarse en el espejo de Cádiz y su noche del pregón del Carnaval. Allí no se supo atajar a tiempo un problema que convirtió la ciudad durante años en un macro botellón, algo que criticaron los auténticos amantes de la principal fiesta gaditana, ya que al final todo derivaba en borracheras, peleas y basura de todo tipo. Si no se empiezan a controlar –lo cual no significa llenar de Policía las plazas y calles pero sí, por ejemplo, un eficiente dispositivo policial, sanitario y de limpieza viaria, como en la Feria o la Semana Santa- corremos el peligro no sólo de desvirtuar la Zambomba, sino de que aquellos que llenan nuestros hoteles ahora, dejen de hacerlo en el futuro.

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