Un verano más, arden los bosques de los países de la cuenca mediterránea. Este año, por ahora, se están llevando la peor parte el Mediterráneo central y el oriental. Las islas de Grecia (pero también hay incendios graves en el continente), Argelia, Túnez y el sur de Italia (Sicilia y Calabria), soportan incendios terribles desde hace días, con decenas de víctimas mortales y miles e hectáreas arrasadas, sin que los bomberos y el resto de fuerzas que participan en las extinciones puedan hacer gran cosa ante el infierno de las llamas.
Tampoco Portugal, el vecino atlántico, se libra un verano más de incendios devastadores en sus montes. España, por ahora, este verano lleva varios incendios importantes pero ninguno devastador. Entre los más recientes, cabría citar el de La Palma, en Canarias, que ha afectado parte del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.
Altísimas temperaturas que en algunos países se ha acercado a los 50 grados, acompañados por viento, baja humedad... por supuesto ese es un cóctel infalible, pero hace ya años que el tema de los incendios ha dado un salto cuantitativo –y cualitativo, si esa palabra pudiera aplicarse– con los llamados incendios de quinta e incluso sexta generación, también conocidos como 'mega incendios', fuegos, en definitiva muy rápidos y agresivos, que desarrollan frentes enormes. Canadá, Estados Unidos (sobre todo California), recientemente Australia... de año en año, es un hecho que el número de incendios devastadores va en aumento.
Por supuesto, el cambio climático no es ajeno a este tipo de incendios. Las subida de las temperaturas, menos lluvias, pero más torrenciales... el cambio climático tiene que ver con la virulencia nunca vista de estos fuegos, pero más allá de actuar contra las causas generales del cambio climático y de una dotación de medios, que también, claro está, hay otras cosas en materia de prevención que se pueden hacer, actuando sobre todo en el monte, desde la limpieza de los bosques de maleza y otros arbustos que al final terminan sirviendo de combustible al fuego, como a llevar una política rigurosa en cuanto a la selección de especies arbóreas. Hoy en día muchos bosques que no son vírgenes no tienen especies autóctonas, han sido sustituidas por otras que producen más madera o crecen más rápido y, al final, son motivo de nuevos problemas.
El cambio climático está aquí y no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como desaparece la riqueza forestal, los animales e incluso personas sin actuar. Por eso, parece buena idea que el actual debate que mantienen los países de la Unión Europea en cuanto a crear una especie de mando unificado en la lucha contra los grandes incendios fructifique lo antes posible.
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