EDITORIAL

No sabemos qué resulta más preocupante en Jerez, si la obscenidad con la que la alcaldesa Pelayo se gasta el dinero público o que la ciudadanía lo tolere sin rechistar. Lo primero es ejemplo de mala práctica política que, incluso, podría derivar, quién sabe, en algo reprochable legalmente. Pero lo segundo es más grave. Proyecta la radiografía de una opinión pública que no sabemos si por desinformación, hartazgo, miedo o resignación (o todo a la vez), se ha quedado sin pulso y acepta esta orgía del populismo mas chabacano.

La foto de la señora Pelayo repartiendo más de 600.000 euros a un grupo elegido de medio centenar de asociaciones y ONG del municipio resulta verdaderamente repugnante. El ayuntamiento debe contribuir al fortalecimiento del tejido asociativo local, pero siempre y cuando se respeten principios elementales, recogidos en La Ley General de Subvenciones (38/2003, 17 de noviembre) en cuyo punto 3 de su artículo 8 señala que “la gestión de las subvenciones a que se refiere esta ley se realizará de acuerdo con los siguientes principios: publicidad, transparencia, concurrencia, objetividad, igualdad y no discriminación". Pero, además, hay que considerar que se trata de gastos voluntarios que no se pueden ejecutar a costa de abandonar las propias obligaciones municipales, como el mantenimiento del espacio urbano, el transporte público, la prevención de la exclusión social o la política cultural. En muchos casos, incluso, se extralimitan en las competencias de un Ayuntamiento en quiebra. Pero nada de eso importan. Todo por el voto.

Resulta paradójico privatizar el agua y poner en la calle a 260 trabajadores argumentando causa económica, con la consiguiente merma en la calidad de los servicios municipales, y luego delegar en entidades privadas la gestión de algunos de esos servicios. Entidades que, en muchos casos y sin querer decir que no sea encomiable su labor y no merezcan este apoyo, están vinculadas a la Iglesia, que ya recibe más de 11.000 millones del Gobierno de Rajoy y de los contribuyentes, marquen o no la 'x' en su declaración. No hace falta ser Einstein para concluir que el objetivo primordial es lo que burdamente se conoce como compra de votos. Aunque eso suponga engordar, más, la deuda municipal y se deje por el camino un reguero de impagos y patadas hacia adelante. Todo indica que no deben ser muy halagüeñas las expectativas electorales de Pelayo para que actúe con tanta temeridad y con una acentuada política de tierra quemada. La misma que aplicaron por cierto sus predecesores en el cargo. El primero, Pacheco, en los últimos años de su trayectoria política; y la segunda, Sánchez, como medida totalmente desesperada a estas alturas de la legislatura pasada.

En esto del proselitismo descarado la alcaldesa está resultando ser una alumna aventajada en su partido. No olvidemos que Aznar, Rajoy, Cospedal y otros ganaron elecciones en posición ventajosa frente a los demás partidos, pues según las causas que instruye el acosado juez Ruz -ese al que han pseudoapartado- el PP se financió durante más de 20 años con dinero b procedente de adjudicaciones opacas de contratos, como los que conseguían empresas de la trama Gürtel, que por pura "mala suerte" aterrizaron en Jerez durante el debú de García Pelayo en la Alcaldía. Por aquí solo hay por ahora un plato estrella bajo el sobrenombre de compra de voluntades con cobertura de convenio a la anhelada subvención. Además lo hace cuidando la puesta en escena. La verdad es que no ha decepcionado a sus críticos. La convocatoria en el patio del Ayuntamiento resultó de un caciquismo que ni doña Carmen Polo Franco en su mayor momento de esplendor hubiese superado. Será que las lecturas de Pemán dejan poso. En fin, nada fuera de lo normal viendo lo que se ve por estos lares con tasas de paro desbordadas y una masa ciudadana que a veces se vuelve muy crítica en las redes sociales pero que se mantiene muy pasiva en las calles y plazas de esta, para bien o para mal, increíble ciudad.

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