francisco_de_goya_saturno_devorando_a_su_hijo_1819-18231
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LA ROTONDA

El cuadro Saturno devorando a un hijo es una de las pinturas al óleo sobre revoco que formó parte de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en 1819, llamada la Quinta del Sordo. Por tanto, la obra pertenece a la serie de las Pinturas negras. Fuente: Wikipedia

Me molesta el término "casta" que resulta generalizador y excluyente y, por tanto, injusto. Los partidos tradicionales necesitaban un zamarreo y Podemos ha sido quien mejor ha interpretado el cabreo ciudadano contra el PSOE, por desubicarse y mezclarse con escándalos de corrupción y, en otra medida, contra Izquierda Unida por no haber articulado un discurso de gobierno ni haber superado la ortodoxia mayoritaria que habita en su seno. Incluso ha escarbado en el descontento de los propios votantes del PP. Pero, por favor, que nadie vaya de espíritu puro por la vida exigiendo certificados de sangre, porque ese es un mal comienzo que, seguro, encontrará un mal final. Si consideramos "casta" a quienes hayan ocupado algún cargo político, institucional, sindical (no he oído aplicar el término a algunos sindicalistas) o a quien haya vivido al abrigo de la administración, podría certificarse que dentro y, en los aledaños de Podemos y Ganemos, hay “casta”. Pero, además, como me recordaba un colega, el término “casta” ha sido siempre muy del gusto de significados voceros de la caverna -como Jiménez Losantos- que, en beneficio del PP, e interesados en despolitizar a la sociedad, arremeten contra la izquierda con el mismo calificativo. Así que no creo que sea bueno etiquetar a buenos y puros de un lado, y a “sociatas” y demás "indeseables", por otro. Aplico los tópicos del refranero que dice que “en todos lados cuecen habas y en algunos calderadas”. Y en este chorro fresco de renovación y de cambio tan necesario hay cada jeta e iluminado que lo flipas. Será por eso que la cúpula de Podemos ha decidido no presentar la marca a las municipales, pues considera que antes es preferible separar el grano de la paja. Hace bien. ¿Qué pasa en Jerez? Podemos ha decidido no jugar como tal en la liga local y Ganemos aspira a ser el hostal de la izquierda aunque, a seis meses vista, confunde más que aclara. Sobre todo, porque demasiada gente se pregunta quién le ha nominado para acoger en su seno la ilusión colectiva, que es la reflexión que se hace un sector del partido de Pablo Iglesias, que se niega a volcar el entusiasmo labrado todos estos meses en los círculos en un cesto que no han tejido. Jerez no es Barcelona, donde existe una trama social organizada y tienen a una Ada Colau. Tampoco estarían por la labor gente de Izquierda Unida, cuyo proceso de renovación representa abrir una puerta a la participación y al consenso antes cerrada. En todo caso, ellos hace tiempo han defendido –como sus propias siglas certifican– ser el verdadero espacio de unidad de la izquierda. Es lo que tiene la política, que al final todo el que juega quiere ganar y con su propia camiseta. Y también quieren ganar Foro y PSOE, con renovado cartel y nuevos discursos, con permiso de los oficiantes de la unidad, cuya necesidad comparto, con la diferencia de que no excluyo a nadie más que al enemigo, que es la derecha: el PP. Mirar por encima del hombro y prescindir de una parte de la ciudadanía indignada que ha militado en partidos a la izquierda del PP y/o ocupado cargos de gestión es, en muchos casos, un despilfarro de talento y experiencia, además de una pretensión reaccionaria y un mal principio para una alternativa nueva. Uno de los mayores logros del discurso de Pablo Iglesias ha sido el de conseguir que una generación de jóvenes activistas sociales, y otros hasta ahora meros espectadores, se hayan repolitizado y comprendido que para transformar la sociedad es necesario conquistar el poder político. Estaría bien que el máximo protagonismo fuera ahora de ellos. Pero no hay que olvidar que se gobierna tomando decisiones y ejerciendo la autoridad, democrática, pero autoridad al fin y al cabo; y que un objetivo de cualquier gobierno es la eficacia, que choca infinidad de veces con cierto asamblearismo, muy improductivo, en el que se vota y se vota para ver si se vota. Ninguna estrategia política es válida si no sirve para derrotar al adversario, y el que tenemos enfrente es un ejército que actúa como una piña a la voz de ¡ya! De hecho, llevan meses en campaña en solitario y con el agravante de que la izquierda y los nuevos actores surgidos del movimiento ciudadano han abandonado la calle. Cualquier opción que pretenda ofrecerse como alternativa de cambio debería considerar como valores prioritarios de sus futuros candidatos y candidatas la capacidad intelectual y de gestión, una trayectoria honesta en la defensa de los valores que tradicionalmente ha caracterizado a la izquierda (uff… lo de los de arriba y los de abajo me despista, y las palabras no son neutrales) y una actitud empática y negociadora. Si analizamos el caso de los que hoy desgobiernan Jerez, más allá de su ideología neofranquista, se trata de gente ineficaz y nula capacidad de gestión, que no superaría ni una prueba de selección para regentar un puesto de chucherías. Yo quiero que gobiernen los mejores, superando esquemas anquilosados de la democracia orgánica, promoviendo la participación real de la ciudadanía en los temas claves y habiendo consensuado un modelo de ciudad viable y sostenible. Espantar a las gaviotas requiere de alternativas sólidas y evitar la duplicidad de discursos cuando se comparte el fondo y los objetivos. Por eso no se entiende cómo en estos momentos hay cuatro candidatos para liderar Podemos, sin que ninguno haya explicado con claridad qué les diferencia del compañero/adversario. Da la sensación de que no es cuestión de diferencias ideológicas sino de personalismos, propios de los que ellos denominan partidos de la “casta”. Tampoco se entiende la trifulca en Izquierda Unida, tras un proceso de primarias cuyas normas supongo aceptaron previamente todas las partes. En tantos años de democracia jamás había identificado con tanta nitidez la urgencia del cambio, en estos momentos de emergencia social, y la oportunidad de sumar ideas y entusiasmo. Sería una lástima que el sectarismo, la inconcreción en las propuestas y la candidez de la inexperiencia, dejase a esta derecha rancia el campo abonado para seguir cultivando sufrimiento, y a sus víctimas más frustración en medio de sueños maravillosos y peces de colores.

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