Histerismo preelectoral

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17 de febrero de 2014 a las 21:31h

EDITORIAL

Observen esa foto de la izquierda. Una concejala del gobierno local del PP ha acudido cualquier mañana laborable a visitar cómo un operario municipal enfosca un talud junto al puente de la calle Medina. La concejala en cuestión ha quedado con algún periodista municipal y algún fotógrafo y se ha desplazado para hacerse la foto. Junto a un talud que está siendo saneado por albañiles de Infraestructuras. Una obra mínima, absolutamente menor, que debería formar parte de una normalidad tan atroz que nadie en su sano juicio podría pensar que algo así tiene rentabilidad política. Nadie diría que algo así traslada credibilidad a una ciudadanía desazonada y hastiada por las arbitrariedades y los sablazos. Convertir lo ordinario en extraordinario. Quizás a eso hagan referencias esas chistosas alusiones a algo parecido a un 'milagro de Jerez' que venimos experimentando en los últimos años.

Si el gobierno local se diese tanta prisa en resolver los problemas de los vecinos y en armar un proyecto coherente y decidido de ciudad que en replicar a la oposición otro gallo nos cantaría. Si en lugar del oscurantismo y la escasísima transparencia que aplican arrojaran luz a sus decisiones otra ciudad habría. Si en lugar de recurrir permanentemente al pasado, para eso no se les votó porque precisamente si se les votó fue para cambiar lo malo que hubiese en los gestores del pasado, se dedicaran a unir esfuerzos y aparcar las guerras partidistas, no estaríamos en algo parecido a una campaña electoral permanente. Si en lugar de presionar a determinados medios de comunicación se dedicasen a fomentar la libertad, la independencia informativa y el respeto a todas las líneas editoriales al servicio de sus lectores, entonces lo mismo hasta se ahorraba dinero en autobombo. ¿Qué necesidad hay de propaganda indiscriminada si la ciudad avanza y va 'en la buena dirección' y los ciudadanos y ciudadanas lo notan, perciben y sienten? 

La realidad hoy, porque por sus actos les conocerán, es que el gobierno local del PP anda nervioso, taquicárdico, estado aplicable probablemente a la realidad nacional de un partido que sigue hundiéndose en las encuestas, y de ahí que anden desbordados por vender su producto, que parece caducar; agobiados por trasladar noticias positivas -que la realidad no te estropee un buen titular, decían por ahí-; acelerados por hacer de lo ordinario algo extraordinario -ya sea 'vender' un talud enfoscado, ya sea recontar casi cada mes algo tan sorprendente como cuántos usuarios cogen el autobús-. Todo deprisa y corriendo, atropellados, improvisando, cayendo en el mal de las fechas y plazos de inauguración propios de muchos políticos (ayer no tiraba Cerrofruto, ahora lo tiraré el mes que viene/ayer Esteve estará en obras en mayo, ahora rectifico porque no quiero líos/ayer no había comité de rutas para el Aeropuerto, ahora lo habrá el mes que viene). Como si se les acabara el tiempo todo el rato. Como si solo quisieran demostrar, aunque mientan o confundan, todo lo que ha avanzado la ciudad en estos años, cómo han mejorado los barrios, los servicios públicos, y cuánto se han rebajado las listas del paro y cuántas empresas se han instalado en la ciudad. Todo demasiado convulso, histérico. Porque el tiempo corre a toda mecha. Se agota. Y si no hay reacción y hay progresos en un año y poco, más temprano que tarde, el tiempo que les quedará será solo para el desalojo.