En un país como España, con un alto grado de crispación política, 115.000 hectáreas quemadas en lo que va de mes de agosto solo podía terminar de una manera: en bronca. El ministro de Transportes, Óscar Puente, abrió la espoleta al criticar a Fernández Mañueco por no estar presente en los incendios de León y Zamora (se encontraba de vacaciones precisamente en la costa de Cádiz), luego el PSOE atizó a Ayuso, que se estaba también de vacaciones durante el incendio que se cobró una vida en Tres Cantos, el PP pide una mayor implicación del Estado más allá de la UME y, finalmente, los dos grandes partidos han terminado por enzarzarse, en ese tipo de enfrentamientos basados en verdades parciales sobre el rival que no dan una visión general del problema y que no llevan a otra cosa que al hastío de la ciudadanía.
La memoria de los políticos es mucho más corta que la de los ciudadanos a los que gobiernan, que recuerdan perfectamente que meses de agosto como el que estamos viviendo se dan cada cierto tiempo, con altas temperaturas, sequía… y los montes, al final, de cualquier manera para afrontar un problema que, en realidad, es relativamente previsible: el invierno y la primavera pasada hubo lluvias abundantes en toda España y los montes están como cabe esperar, llenos de maleza seca que es auténtico combustible cuando llegan altas temperaturas, que sabemos que siempre van a llegar.
Entonces, ¿por qué se hace poco o nada en este aspecto? ¿Por qué la estrategia generalizada tanto del Gobierno central como de las comunidades autónomas, independientemente de su signo político, está basada más en la reacción que en la prevención de los incendios?
Cabe hablar de múltiples causas, que van desde la escasa visibilidad de la prevención a efectos políticos (léase, en último término, electorales), a la necesidad de ajustar una regulación que incluya a todos los montes (en todo el Estado se calcula que dos tercios de la masa forestal es privada, no pública) e incluso también se aplican criterios que precisamente cuestionan un exceso de intervencionismo humano… que puede que tengan su lógica en bosques vírgenes, pero en absoluto en situaciones paradigmáticas como la de Galicia y municipios de montaña de Castilla y León: pequeños pueblos habitados por gente mayor rodeados de fincas que antiguamente eran de labor y que hoy se las ha comido el bosque.
Llegará septiembre, otros temas demandarán la actualidad política, y la gestión de los montes, que ese y no otro es el tema real, quedará aparcado hasta el próximo verano de incendios...
