Feijóo se estrella contra las matemáticas y Sánchez contra las buenas maneras

Como era de prever, el PP se queda a cuatro votos de obtener la investidura; con lo que no se contaba era con la renuncia del presidente a participar en los turnos de réplica y en la desconsideración implícita que supone

Un momento de la sesión para la investidura fallida de Feijóo, en el Congreso.
Un momento de la sesión para la investidura fallida de Feijóo, en el Congreso.

No hubo sorpresas en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. El candidato del PP a la investidura, Alberto Núñez Feijóo, se quedó a cuatro votos de la mayoría absoluta –172, cuando necesitaba 176– y el viernes habrá una nueva votación en la que esta vez Feijóo solo necesitaría mayoría simple… pero dará lo mismo, ya que no se espera que nadie cambie su no por una abstención y, mucho menos, que haya algún ‘tamayazo’ en las filas socialistas, pese a la posibilidad al respecto de la que han hablado varias TV, evidentemente más preocupadas de estirar el chicle de aquel hecho, del que se cumplen ahora veinte años.

Es obvio que Feijóo debe tener un sabor agridulce por todo lo sucedido. No ha podido ser por una razón muy sencilla: no podía ser. El PP no tiene apoyos y desde el PNV, por ejemplo, se lo han dejado muy claro, sumar sus cinco votos significaría decir adiós a otros 33, los de Vox. En este momento la ecuación es así de simple.

Núñez Feijóo probablemente ha consolidado su liderazgo en el PP con un discurso de Estado, por momentos brillante, pero marcado por otro liderazgo, el de la oposición, el que le espera de manera inminente... por eso sacó el tema de la amnistía a las primeras de cambio.

Del debate hay que destacar que, efectivamente, Pedro Sánchez, le ha dado un nuevo revolcón –y van tres– al líder del PP, esta vez con una 'espuela' llamada Óscar Puente, exalcalde de Valladolid y víctima también de las sumas de mayorías... vamos, que tras las elecciones municipales pasó el mismo trance que está afrontando Feijóo. Primero fue la victoria inútil del PP o la derrota victoriosa del PSOE que se produjo el 23J; luego vino la constitución de la mesa del Congreso y el uso de las lenguas cooficiales antes de su aprobación, por cierto, en la que el líder del PP se enteró sobre la marcha de que además de no obtener la presidencia de la Cámara, Vox ni siquiera iban a votar a su candidata y, por último, el debate de investidura y posterior votación era la tercera fecha marcada en doble rojo en el calendario de Sánchez: no dignarse ni a debatir con Feijóo y enviarle a un ‘tipo duro’ con su mismo problema, eso sí, pero con unas fintas que, lejos de la ‘esgrima’ de la retórica política, están más próximas a las de la riña callejera.

Se ha dicho que es opinable lo que ha hecho Sánchez: en realidad no, no lo es. No lo es ni para calificar de efectiva y sorprendente dicha maniobra, que una vez más ha pillado con el paso cambiado a Feijóo y los suyos, es así, pero tampoco lo es si nos atenemos al evidente desprecio que dimana de la misma hacia el PP, su líder, e incluso, las instituciones (por mucho que, en efecto, no figure en ningún sitio su obligación de dar la réplica), a las que hace crujir de nuevo como las cuadernas de un barco en plena galerna.

Por ahora, está por ver cómo ha valorado el electorado este gesto… aunque es probable que a la vista del debate que se avecina si Pedro Sánchez pacta una amnistía –o alivio de pena, que podría ser el eufemismo que se utilice– con los independentistas catalanes ‘lo de Óscar Puente’ quede en una anécdota más, devorada por la actualidad.

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