Las entradas online de los conciertos: ese 'oscuro' (y caro) objeto de deseo

La decisión del Ministerio de Consumo de investigar el precio de las entradas para las actuaciones de Bad Bunny en España pone en evidencia la burbuja que existe desde hace años

16 de mayo de 2025 a las 19:20h
El cantante puertorriqueño Bad Bunny.
El cantante puertorriqueño Bad Bunny.

Ha pasado con el artista Bad Bunny, con la venta electrónica de las entradas para sus conciertos de mayo y junio ¡en 2026! en Madrid y Barcelona, pero es un tema que lleva coleando desde hace años. Este ha sido, al menos en España, la gota que desborda el vaso. Ticketmaster ha vendido entradas por el triple de valor en origen, lo que ha hecho que las organizaciones de consumidores y la propia administración pública se movilicen. Facua aplaude que Consumo haya abierto una investigación, mientras que la OCU ha denunciado a la empresa por "cobro irregular y abusivo".

Hace años que las plataformas de venta (y reventa) de entradas están en el ojo del huracán, sin que nadie haya hecho gran cosa –incluidos los propios artistas– hasta ahora. El precio de las entradas va engordando por distintos conceptos que, en muchos casos, ni siquiera están a la vista, como ocurre con los 36,50 euros de gestión de los conciertos de Bad Bunny, cuando es el propio comprador el que realiza por sí mismo todo el proceso de adquisición online, como la selección de fecha, número y tipo de entradas, la introducción de sus datos personales o el almacenamiento del propio billete.

Por supuesto, lo de Bad Bunny no es un hecho aislado. En los últimos meses, el caso más notorio ha sido la gira mundial de Oasis, con importantes incrementos sin que los hermanos Gallagher hayan levantado la voz en ningún momento, y no solo eso, sino que, en modo aerolíneas o coches de alquiler, han introducido el sistema de precios dinámicos en su esperada gira de despedida, por lo que los precios se incrementan en función de la demanda.

España, Reino Unido, Estados Unidos... cada vez son más los países que abren investigaciones sobre este asunto, que si no puede tildarse de ilegal, sí de oscurantista. 

En realidad, los cambios sociales que se han producido tras la pandemia también tienen mucho que ver. En un mundo globalizado y turbocapitalista, con una sociedad en la que los individuos quieren vivir cada momento –muchas veces más pendientes de sus redes sociales que de su disfrute– no es extraño que se den estas situaciones. Incluso, como podría decir un castizo, 'sarna con gusto, no pica'... el problema es que se parte de situaciones cuasi monopolísticas que sí deben ser combatidas. 

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