Distopía

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

¿Se imaginan ustedes qué quedará de nosotros dentro de unos cuantos milenios? Puestos a imaginar y viendo el panorama, tengo dos teorías: La primera, creo que nuestros huesos nunca serán hallados por ningún arqueólogo del futuro. Esto se deberá a que nuestros amigos constructores, junto con nuestros altruistas representantes políticos, en su afán por mejorar las condiciones de vida del ciudadano y en pos del progreso y del estado del bienestar, cuando ya no quede más suelo destruirán todos los cementerios y en lugar de éstos, levantaran chalets y centros comerciales. Lejos del terror que daban los Camposantos, tras esta transformación, el populacho podrá disfrutar de una feliz jornada en el Burguer King de turno, después hacer las compras y volver a casa a tiempo de ver en la tele el reality del momento. A los muertos, pues se les incinera y al mar. Aunque el mar estará tan contaminado para entonces que será hasta radioactivo y nuestras cenizas reposarán junto a peces de dos colas y tres ojos.

La segunda teoría es simplemente que no habrá futuro. Según los científicos, de seguir así, al planeta azul le quedan cinco minutos de vida. El cambio climático nos está dando el toque de atención. La humanidad se está ganando su propia destrucción a pasos agigantados: Los numerosos vertidos de fuel y otras sustancias que le ‘regalamos’ al mar y por ende, a las costas, el incremento de emisiones de CO2, los muchos incendios en bosques de alto valor ecológico, la tala masiva de selvas, etc. Es normal que así se nos derritan los casquetes polares, hasta el punto de que el hielo del Polo Norte podría derretirse completamente en verano, hacia el 2.100. Eso supondría, entre otras cosas, una elevación del nivel del mar que se estima entre 18 y 59 centímetros en función de las diferentes hipótesis. Nuestras playas se irán al carajo junto con el turismo, y entonces, qué pasará con esos confortables Chalet, quiénes practicarán el divertidísimo juego del Golf, a qué clientes serviremos nuestro tinto de verano y nuestro pescaíto frito, qué pasará con nuestra economía cuando no vengan los guiris a dejarse sus euros en nuestra tierra. Entonces todos buscaremos culpables a quienes achacar esa situación, pero, no habrá más culpables que todos nosotros, las generaciones de seres que con nuestra pasividad dejamos morir poco a poco al planeta.

Los científicos, que de esto saben mucho, y son la voz de la única religión medianamente fiable, nos dicen que aún estamos a tiempo, que aún podemos salvar al planeta del caos ecológico. Si no lo hacemos ya por nosotros, al menos hagámoslo por nuestros churumbeles y por esas generaciones venideras que serán sangre de nuestra sangre y que si no lo remediamos, se encontrarán un planeta de mierda y nunca podrán hallar nuestros milenarios huesos entre tanto cemento y tanta basura.

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