monsec3b1or-oscar-romero.jpg
monsec3b1or-oscar-romero.jpg

Leo que un torero dice que Dios desvió el pitón del toro para salvarle la vida. Y cómo creyente no puedo dejar de hacerme la pregunta de que en qué Dios puede creer ese hombre que hace esas cosas. Desviar el pitón del toro y no salvar la vida de tantas víctimas de la guerra, por ejemplo. En estos tiempos en el que los ultracatólicos tienen la piel tan fina que se sienten ofendido hasta por un estornudo, yo, como creyente, sí que me siento ofendido por ellos por cuestiones como ésta. Porque a mí, no me puede ofender un ateo o un agnóstico, ya que ellos no creen. A mí quién me ofende de verdad es quien dice creer en lo que yo creo y luego tergiversa las cosas de una manera que parecen hasta demoníacas.

Porque, ¿en qué dios creen? Y ahora lo pongo en minúsculas: ¿Dónde han dado la catequesis esta gente? ¿Dónde se han formado como cristianos? Asisto asombrado a emisoras de radio, que se llaman a sí mismas religiosas, donde personas enfermas y desesperadas piden que pongan bajo el manto de la Virgen —¿Qué manto? ¿Qué manto llevaban las judías de hace dos mil años?— a fulanito o fulanita para que se cure o que encuentren trabajo. ¿Pero qué es esto? ¿Y si la rogativa no se cumple y muere la persona? ¿Y si la petición no sirve y la persona sigue en paro? ¿El que pide tiene que asistir con resignación cristiana a que no se cumplan sus peticiones? ¿O tiene que perder la fe?

Lo más seguro es lo segundo, que pierda la fe. Porque estas actuaciones de las iglesias están más cercanas a la superchería, a los programas nocturnos de echadores de cartas, que a lo que debe —o mejor dicho— a lo que siente alguien que se denomina cristiano. De la superchería pasamos a la adoración de imágenes. ¿Qué es eso de que mi Cristo es más bonito que el tuyo? ¿Qué es eso de entrar en un templo e ir la gente derechita a su Cristo, su Jesús, su Virgen y pasar completamente del sagrario que es para los católicos el sitio donde verdaderamente está Jesús?

No. La culpa no la tiene la gente. Son víctimas de una mala educación religiosa. Esa educación que debería darse en los templos pero que están empeñados en darlas en las aulas, por ese afán de poder, de estar presente en lo público a la fuerza. Y a la vista están los resultados. El clero está más pendiente de la infancia, de los homosexuales, de la mujer o de Unidos Podemos que estar a lo que tiene que estar. Todo esto demuestra una carencia total de esfuerzo por parte del clero de hoy día. No educan. No ilusionan. No convencen. Van a lo fácil y no a doblar el lomo. Es mucho más cómodo montar una procesión, hacer una fiesta que coger el Evangelio y decir: venga, vamos a arremangarnos, que el Señor necesita obreros para sembrar la mies.

Qué triste ver en lo que se ha convertido el cristianismo, y especialmente, la Iglesia católica hoy. Sólo queda una luz de esperanza llamada Francisco que tiene la casi imposible tarea de desatar todo lo atado por uno de los papados más nefastos, sobre todo por lo largo, de la Historia: el de Juan Pablo II que diluyó la alegría del Concilio Vaticano II en lo que tenemos hoy, un funcionariado clerical con una asamblea zombi, que anda sin rumbo, como ovejas sin pastor.

Queda poco para el aniversario del asesinato de Óscar Romero, el santo invisible para muchos. Ojalá que su testimonio perdido sea como la semilla de mostaza y Francisco pueda tener fuerzas y tiempo para regarla para que crezca y le dé a la cristiandad la alegría que tanto le hace falta y la limpie de odios, machismos, homofobias, capitalismos y tantos y tantos pecados que la crucifican cada día.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído