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Se equivoca el establishment sevillano si espera que la gente normal ría las burlas machistas de sus empresarios.

El grotesco e hiriente episodio de violencia machista sufrido por Teresa Rodriguez en la sede de la Cámara de Comercio de Sevilla ha destapado las vergüenzas de la élite empresarial andaluza, ese feroz y rancio heteropatriarcado que maneja con más impostura que decencia los entramados económicos en la capital andaluza.

El suceso, aún siendo un claro y recalcitrante ejemplo de machismo, va mucho más allá, pues descubre un lacerante clasismo (dos conceptos a menudo interrelacionados), un modus operandi desgraciadamente habitual en este tipo de eventos. 

Al inefable Manuel Muñoz Medina jamás se le hubiera ocurrido simular un beso con cualquier otra mujer que perteneciera a un partido político consagrado. Ahora menos. Pero claro, se trataba de Teresa Rodríguez, diputada de Podemos, una joven educadora que hace apenas tres años estaba detrás de una pancarta luchando por una educación pública de calidad, y para la que estos señores oligarcas no merece respeto como persona.

Cuando Pablo Iglesias insistía en el eje arriba-abajo hacía referencia a episodios de esta índole, a casos en los que una persona se cree con el derecho de menospreciar, violentar y humillar a otra por una cuestión de género y status económico. La naturalidad con la que actúan de este modo es aterradora y hace pensar lo que serían capaces de decir o hacer en un entorno privado.

El relato de Rodríguez, que hace mella en cualquier lector con un mínimo de sensibilidad, ha sido un ejemplo de feminismo, sinceridad y contundencia. No se deben dejar pasar este tipo de acciones porque hacer la vista gorda perpetuarían y reforzarían patrones machistas, nos convertiría en cómplices de ocurrencias que tristemente están ahí, en nuestro día a día y que hay que eliminar cuanto antes.

Se equivoca el establishment sevillano si espera que la gente normal ría las burlas machistas de sus empresarios. Los tiempos han cambiado, no solo en el reparto del Parlamento, también en las distancias cortas. Y cuando traten con una mujer tendrán que respetarla tanto o más que a un hombre. Les guste o no.

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