Diez ideas para la recuperación del patrimonio y la cultura de Jerez

Cristóbal Orellana.

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

El Alcázar de Jerez en una fotografía de archivo.
El Alcázar de Jerez en una fotografía de archivo.

La posición de cultura en el actual organigrama municipal debería revisarse. Actualmente tenemos una delegación de Cultura que cabalga entre el Urbanismo y las Fiestas —y otras competencias—, cuando lo lógico sería quizás que existiese en Jerez una muy bien dotada delegación de Educación y Cultura, dos ámbitos que siempre han sido en el Ayuntamiento dos marías. Deberíamos contar con un concejal o concejala directamente responsable de Educación y Cultura, con un Jefe/a de servicio y dos directores/as de área, en las cuales habrían de redefinirse bien tanto las unidades como los departamentos que deberían de componerlas.

A esta potenciación de la educación y la cultura en el organigrama municipal habría que añadir dos elementos importantes: la participación ciudadana en la delegación más, por supuesto, el añadido de una garantía presupuestaria anual suficiente para que puedan desarrollarse actividades, mantener instalaciones y programas —como el Teatro Villamarta—, afrontar alguna inversión.

Pero la mejor forma de que una delegación funcione no solamente es haciendo posible que un concejal o concejala se ocupe de ella a fondo, o definiendo bien su organigrama directivo, o garantizando un mínimo presupuesto y haciendo posible que la participación ciudadana tenga su encaje en el funcionamiento real de dicha delegación. También los técnicos han de poder proponer actividades, líneas generales de actuación, esquemas presupuestarios, etc. Porque los técnicos conocen muy bien todos los problemas e insuficiencias presentes y, además, saben programar y señalar objetivos. En lo que se refiere al ámbito de la cultura y el patrimonio, pienso que deberíamos reflexionar sobre las siguientes diez ideas para que sea posible activar una política concreta, planeada y evaluable en dicha materia:

1ª. Crear un Consejo Local de Educación y Cultura. Sin este Consejo, donde las organizaciones ciudadanas, las instituciones, los expertos, puedan opinar, valorar, evaluar, sugerir, ¿qué vías de participación social directa, sin la cual no hay ni educación ni cultura posible, tendríamos los ciudadanos?

2ª. Organizar un pleno monográfico sobre el tema y convocar unas amplias y participativas jornadas locales sobre la cuestión podrían ayudar a remover los cimientos actuales, tan insuficientes en estas materias. Que la ciudadanía pueda opinar en unas bien organizadas jornadas al efecto y que los partidos políticos puedan debatir en un pleno monográfico, entrando tanto en los detalles como en las políticas de conjunto, son medidas muy básicas y necesarias para empezar a desencasquillar la situación de desánimo, impotencia y cierto caos en la que nos encontramos.

3ª. Reestructurar meditadamente el organigrama interno de la gestión municipal del patrimonio. Esta medida es particularmente necesaria si se quiere acometer en serio una política a medio plazo que sea capaz de, por ejemplo, actuar con éxito en el casco histórico de Jerez. El plan director del centro histórico necesitará de esa reestructuración si quiere prosperar.

4ª. Hay que prestar especial atención a los mecanismos permanentes de cooperación con la Junta de Andalucía, las instituciones del estado y la UE, además de con la UCA, el IAPH, etc. Porque es obvio que el Ayuntamiento de Jerez en soledad y en la ruina económica que sufre no puede acometer los fuertes retos que tiene por delante en los ámbitos de la cultura y el patrimonio.

5ª. Debería redactarse un buen programa de divulgación, formación y participación en el patrimonio y la cultura de Jerez. La divulgación, no solamente enfocada al turismo, es necesaria por razones obvias en, por ejemplo, distintos niveles educativos. La formación, es decir los cursos, jornadas, seminarios, etc. que permitan acceder a mayores y más estructurados conocimientos en el patrimonio de Jerez, es una vía que ahora se practica pero sin planeamiento alguno. La participación de todo tipo de personas, instituciones, asociaciones, en proyectos culturales y patrimoniales concretos es una garantía de dinamismo, fortaleza y creatividad para este ámbito. Pero todo esto debe ser pensado, estructurado, evaluado…

6ª. El patrocinio privado de actividades culturales en general no puede sustituir nunca a una política pública de cultura. Convertir la cultura en un atractivo turístico tampoco es, por mucho que esto pueda vender electoralmente, ningún camino razonable. Creer que las fiestas y el tipismo de una ciudad constituyen el único patrimonio cultural que debe promocionarse es confundir peligrosamente las cosas, hundir a posta ciertas actividades culturales y gran parte de nuestra riqueza patrimonial que no son económicamente muy rentables. Hacer de la cultura un aliciente o un decorado para las actividades del ámbito de la hostelería ha sido, sencillamente, un suicidio. Por su parte, los intereses urbanísticos de estos años atrás —a los que se dio rienda suelta desde el propio Ayuntamiento— han tenido una consecuencia dramática sobre el casco histórico. El criterio central de que la cultura y el patrimonio de Jerez no deben estar a expensas de los intereses económicos privados de empresarios, bancos y operadores diversos, es una guía, dada nuestra experiencia, que no debemos olvidar. Por supuesto, habría que evitar, por ejemplo, la falta de sintonía entre propietarios de pinacotecas privadas importantes como las hay aquí y el Ayuntamiento, y habría que profundizar más en los intereses mutuos del patrimonio cultural eclesiástico y del patrimonio cultural, en general, de Jerez.

7ª. Un plan especial, bien ideado, para la cultura del vino. La viña y la bodega es un asunto que no se ha abordado nunca en Jerez con seriedad, a pesar de la importancia, como todos sabemos, que esto tiene para todo el Marco. Que no exista en Jerez el mejor museo del vino de España es una de las consecuencias.

8ª. Sería necesario redactar un ilustrado inventario general del patrimonio de Jerez y colgarlo en la web municipal. Este inventario, que prestara atención a cosas de las que hablamos poco, como el patrimonio industrial, o el etnológico, es importante si no queremos seguir en la situación de grave desconocimiento general que se tiene de iniciativas de gran calado histórico y cultural como, por citar un ejemplo, el Museo Antonio Cabral de Tecnología Agraria, actualmente infravalorado y sito en el IES Santa Isabel de Hungría en la calle Merced.

9ª. Obviamente, la extremosa situación del patrimonio requiere que se redacte con toda urgencia un plan de choque para protección de bienes en situación de ruina o con amenaza evidente de ruina, es decir, necesitamos un plan de emergencia, con el correspondiente anexo presupuestario, que nos permita actuar, antes de que se caigan al suelo, en ciertos inmuebles como Riquelme, Villapanés o Díez Mérito. Pero un plan de choque tampoco debe olvidar otras situaciones de emergencia como los yacimientos arqueológicos de Mesas de Asta o Gibalbín, o como las que padecen ciertos servicios, a saber, por ejemplo, el Archivo Municipal, que contiene un patrimonio histórico documental excepcional y que sufre severas condiciones de sobrevivencia desde hace mucho tiempo.

10ª. Hay que crear en Jerez un museo general donde podamos exponer obras pictóricas, escultóricas, etnológicas, documentales, de artesanía, fotográficas, de orfebrería, bibliográficas. Hay edificios municipales más que suficientes para ello. La indiscutible importancia del flamenco como valor cultural de Jerez, un campo al que se está prestando la debida atención, no debe ensombrecer otros aspectos, como la creación de un museo general de la ciudad, que necesitamos también sin discusión.

Jerez atraviesa un momento económico, político y social extremadamente difícil. Todos lo sabemos muy bien. Si desde las instituciones y desde la ciudadanía no abordamos con seriedad y coraje los retos que tenemos planteados en los ámbitos de la educación y de la cultura, entonces las consecuencias de la crisis —esa fría estafa que los de arriba han orquestado contra los de abajo— serán todavía peores y seguirán pesando sobre nuestras espaldas y sobre las de nuestros hijos. La II República apostó, con decisión, por la educación y la cultura como revulsivos para cambiar una España secular anclada en el oscurantismo y la desesperanza. Hagamos ahora eso mismo frente a la losa de indignidad con que los poderosos, sin tapujos, intentan sepultar los servicios públicos.

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