Pedro Sánchez y Susana Díaz, en febrero de 2020. FOTO: PSOE
Pedro Sánchez y Susana Díaz, en febrero de 2020. FOTO: PSOE

Sirva esta pequeña variación sobre la letra del tradicional villancico que anunciaba la buena nueva del nacimiento del Mesías para intentar explicar la importancia que ese día puede tener en el inicio de  nuevos tiempos y nuevos liderazgos  en el socialismo andaluz que tan necesitado está de ellos como muestran no sólo las encuestas sino el propio clamor interno de cambio que se ha convertido ya en un runrún tan sonoro que se escucha ya más allá de las delgadas paredes que siempre ha tenido la casa común del principal partido de la izquierda andaluza.

Y es que en una buena parte del socialismo andaluz, cada día más amplia, observa con estupor y casi indignación cómo la indigente política de oposición al gobierno de las derechas puede llevar a Moreno Bonilla, un político sin aristas pero también sin carisma alguno,  a su consolidación como presidente del Gobierno andaluz más allá de la actual legislatura. Un presidente al que oía estos días decir que no duerme la noche antes de tomar decisiones sobre las medidas a adoptar en relación con el Covid 19, una muestra más que gráfica del victimismo subliminal que rodea permanentemente su acción de gobierno, sobre todo porque quienes no duermen, no sólo la noche antes sino toda la semana, son los comerciantes y hosteleros que son los destinatarios más directos de esas medidas para las que el resto de la ciudadanía parece no existir.

Pero dejemos a un lado por el momento a Juanma I el Bueno, el presidente blandiblú, y volvamos a lo que puede significar el veintinueve de diciembre para el futuro del socialismo andaluz. Ese es el día de la conjunción de dos planetas sobre los que gravita la política española en estos tiempos revueltos, de un lado está previsto que las autoridades sanitarias de la Unión Europea den el visto bueno a la primera vacuna anticovid, la de Pfizer, y de otro lado también ese día se aprobarán de manera definitiva los Presupuestos Generales del Estado. 

La aprobación de la vacuna y el previsible inicio de su puesta en marcha en España en la primera quincena de enero supone el principio del fin de una de las preocupaciones fundamentales de Pedro Sánchez y su Gobierno de cara a neutralizar las incertidumbres que la enfermedad ha provocado en la ciudadanía española y que hacían inviables hasta ahora las estrategias internas de cara al control homogéneo del propio PSOE con un calendario de congresos pendiente de la evolución de la enfermedad. Por tanto la aprobación de la vacuna supone el primer paso hacia la normalidad de la vida política y en consecuencia de los procesos orgánicos del Partido Socialista que tendrán, más pronto que tarde, parada y fonda en Andalucía.

Y ese mismo día está prevista la aprobación definitiva en el Congreso de los Presupuestos del Estado, el antídoto que precisa la política española ante el veneno que la crispación de las derechas han inoculado por tierra, mar y aire, en la vida cotidiana de los españoles y españolas. Los nuevos Presupuestos son una enmienda a la totalidad a las políticas de bloqueo, obstrucción y sabotaje de la convivencia democrática que las derechas pusieron en práctica desde el minuto uno del Gobierno de coalición. Y era éste, la aprobación de Presupuestos, el segundo elemento que impedía poner en marcha el proceso orgánico interno del Partido Socialista.

Una vez conseguidas ambas cosas, vacunación de buena parte de la población y aprobación presupuestaria, queda expedito el camino para que Sánchez aborde el proceso orgánico sin más consideraciones que su leal saber y entender, y para mí que esos parámetros no contemplan la continuidad de la actual dirección del PSOE de Andalucía por mucho que Susana Díaz y su entorno proclamen pactos con Ferraz que huelen a papel mojado, y si no tiempo al tiempo.

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