Resulta frecuente leer o escuchar que fuentes próximas al Gobierno no acaban de entender como habiendo una valoración ciudadana mayoritariamente positiva sobre buena parte de las políticas del Ejecutivo, sin embargo, eso no se manifiesta en las encuestas y en la valoración del presidente, ministras y ministros. Un fenómeno difícil de entender, pero que se ha convertido en una constante en los últimos tiempos.
Podría pensarse que no es suficiente con explicar esas medidas en el Congreso, el Senado o las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros, pareciera que esos son ámbitos donde la información no va más allá de los propios parlamentarios y parlamentarias o los corresponsales de prensa en Moncloa. Da mucho que pensar que salvo alguna medida referida a bonificar el combustible, todo lo demás, que no ha sido poco hasta el momento, queda flotando en el limbo de la suposición errónea de que la ciudadanía sigue al pie de la letra los debates parlamentarios o lee todos los periódicos más allá de los mensajes en redes sociales de los medios de comunicación.
Con la que se avecina, no sólo en el plano social y económico, sino también en el terreno electoral, municipales, autonómicas y generales, los partidos de la coalición de gobierno, en especial el principal de ellos el PSOE, deben dejar de preguntarse por el enigma de la incomprensión ciudadana y llevar a cabo una reflexión sería de que pasó entre el Gobierno y la ciudadanía. Una reflexión, que a mi particular modo de ver debe concluir, entre otras muchas cuestiones, en la obligación de tomar la calle de manera urgente y romper la distancia con la ciudadanía aún a costa de llevarse algún mamporro.
No puede ser que las dos rebajas del IVA de la factura eléctrica se despache con un anuncio del presidente en sede parlamentaria, ni que la excepción ibérica en cuanto al gas no haya sido entendida por buena parte de los consumidores. Tampoco se entiende que las sucesivas subidas del salario mínimo sean tan sólo una estadística y no el instrumento por el que muchas familias han mejorado sus condiciones de vida. Falta empatía y sobra suficiencia, cuestiones estas que requieren de un Gobierno callejero y que hable el lenguaje de su cuerpo electoral que no entiende de estadísticas y anuncios rimbombantes sino que más bien desconfía de ellos.
Pero fiar esa tarea sólo al Gobierno de coalición, donde además la parte minoritaria parece vivir de marcar y airear las diferencias, sería injusto. Si el PSOE lidera el Gobierno de España ha sido ahora y siempre porque detrás había un partido fuerte, plural y democráticamente diverso, con el músculo suficiente para hacer llegar a la calle el calado de las medidas de Gobierno y mantener el debate público con todos aquellos afectados por problemas de índole laboral o social.
Por desgracia, hoy en día, los responsables orgánicos están más atentos a atender sus obligaciones institucionales que a diseñar un trabajo eficaz de partido capaz de proteger al Gobierno y mantener la fidelidad del electorado. A muchos de ellos habría que recordarles que la gente con problemas gritan, como es lógico, pero no muerden ni contagian. Hay que perder el miedo a pisar el terreno de las dificultades y ocupar el tiempo con algo más que las lógicas luchas por el poder interno.
Y mientras esto no se resuelva, miles de alcaldes y alcaldesas seguirán tomando la pastilla contra la extrapolación de los más recientes resultados electorales, aparentando no sufrir ningún mal, pero perdiendo el sueño la mitad de las noches pensando en lo que se avecina a finales del próximo mayo.
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