Rubalcaba, en una imagen de archivo del PSOE.
Rubalcaba, en una imagen de archivo del PSOE.

Esta semana se presentaba en Madrid el libro de Antonio Caño, ex director de El País, que lleva por título Rubalcaba, un político de verdad. El acto de presentación tuvo invitados ilustres entre los que conviene destacar al expresidente Felipe González que mantiene una relación ciertamente crítica con la actual dirección socialista y con algunas de las medidas más controvertidas del propio Gobierno de coalición. Sus declaraciones son observadas con lupa no ya sólo por el mundo mediático sino también por la propia dirección federal del PSOE con Adriana Lastra, guardiana de las esencias del nuevo socialismo, en estado de alerta permanente para rebatir cualquier manifestación de González o cualquier otro miembro destacado de lo que ella gusta en llamar, de manera peyorativa, la vieja guardia.

Esta actitud permanente y obsesiva de  liquidación de quienes protagonizaron la historia más reciente del Partido Socialista se viene interpretando por muchos, entre los que me encuentro yo mismo, como una manifestación soberbia del complejo de Edipo que domina buena parte del espectro político español y que se ha insertado de manera concluyente en el ADN del socialismo de nuevo cuño. Pareciera que la edad avanzada es causa suficiente para despojarte del derecho a opinar sobre las decisiones que la dirección federal pueda tomar en cada momento, anulando así el derecho a discrepar sobre aquello que se considera inapropiado o desafortunado en la acción del Partido y del Gobierno.

Sería de alabar que Adriana, la sin par guardiana de las nuevas esencias, mostrara la misma contundencia que gasta con los propios en relación con los socios, estables o momentáneos , de los que el Psoe echa mano para sortear cada coyuntura, elemento este que se ha convertido en el norte obsesivo del Partido y del componente socialista del Gobierno, tarea en la que encuentra la colaboración inestimable de la vicepresidenta Calvo que lo mismo sirve para justificar un roto que un descosido.

Pero venía esto a cuento de la presentación del libro de Caño sobre Rubalcaba que no sólo fue un político de verdad sino probablemente, a tenor de lo que vivimos cada día, el último político de verdad hasta el momento presente. Afirmó González en el acto de presentación algo, que guste más o menos, resulta un misil en la línea de flotación del proceder del nuevo socialismo y que de natural pudiera parecer una obviedad: la lealtad de Rubalcaba con un proyecto político y un compromiso que nunca fue mercenario. Los gritos en algunos despachos de Ferraz ante tal osadía por parte del expresidente debieron escucharse hasta en los jardines del templo de Debod que dan inicio a la calle, algo que contrasta con el habitual silencio cómplice ante las deslealtades continuas y cada vez más frecuentes, acompañadas en ocasiones de pataleta, del vicepresidente Iglesias y que se encarga de propagar urbe et orbe su portavoz y adalid de la provocación innecesaria, el señor Echenique.

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