El encadenamiento de malas noticias en los últimos días en torno al que fuera el núcleo duro de Pedro Sánchez está generando una enorme preocupación en el espacio progresista de nuestro país. El exceso de testosterona está salpicando a cargos significativos de la estructura orgánica del partido socialista con el consiguiente deterioro del componente feminista en el ideario de la organización. Son pocos, es verdad, pero relevantes en la estructura orgánica socialista.
De ahí que resulte extraordinariamente importante la reacción de mujeres socialistas en cargos de alta responsabilidad como Adriana Lastra, delegada del Gobierno en Asturias, Inés Rey, alcaldesa de A Coruña, o Ángeles Férriz, portavoz adjunta del grupo socialista en el Parlamento andaluz. Todas ellas han coincidido en la necesidad de erradicar de inmediato el acoso sexual en la militancia socialista al tiempo que han exigido el máximo apoyo por parte de la organización a las mujeres denunciantes llegando hasta las últimas consecuencias. La dilación de la secretaría federal de organización, dirigida por Rebeca Torró, en el tratamiento de las denuncias contra Salazar no ha gustado entre las mujeres del partido socialista.
Y junto a la testosterona el exceso también de ambición en algunos de ellos, siendo Ábalos el paradigma de ambas cuestiones. Las actuaciones presuntamente corruptas del trío Cerdán, Ábalos, Koldo en todas sus derivadas, las conocidas y las que pueden estar por llegar, están provocando una importante desmoralización en el electorado socialista del que formo parte por ideología y convencimiento. Duele levantarte cada día sin saber a qué nos podemos enfrentar hoy por las acciones de ese grupo pequeño, pero bien situado antaño en las esferas de poder gubernamental y orgánico del partido. Son pocos, pero muy activos y a las investigaciones judiciales me remito.
Y no es buena defensa de la legitimidad socialista argumentar que los de enfrente también cayeron y siguen cayendo en esos pecados, eso tan solo conduce al viejo refrán de mal de muchos consuelo de tontos. Lo que devuelve el optimismo y la voluntad de seguir creyendo en un proyecto progresista y de izquierdas es el reconocimiento inmediato de los errores, la depuración radical de responsabilidades y pedir perdón a la ciudadanía en general y a las mujeres de este país en particular.
Porque es verdad que las ideas progresistas necesitan de un Gobierno de izquierdas mientras el cuerpo aguante, que cantaba Miguel Ríos cuando acababa la década de los ochenta. Los progresistas estamos cansados del arrepentimiento impostado y en ocasiones ya difícilmente creíble. Somos conscientes de las dificultades que esperan a las políticas de progreso con posibles coaliciones regidas por el negacionismo, pero quizás de tanto “yo o el caos” algún día decidamos sacrificar una parte de nuestros derechos en el caos porque el cuerpo ya no aguante.


