Valga el símil taurino para tratar de explicar el papel que Iglesias viene jugando en las últimas semanas de cara a configurar un espacio común a la izquierda del Partido Socialista. Se dice en el argot taurino que hasta el rabo todo es toro para explicar el riesgo total que comporta el toreo. Pues con Pablo viene ocurriendo otro tanto porque, aunque se haya cortado la coleta, continuando con el argot taurino, sigue siendo el enemigo más activo a la hora de terminar acordando con Sumar, la plataforma impulsada por la vicepresidenta Yolanda Díaz.
No le arriendo la ganancia a la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, cuyos intentos de negociación vienen siendo torpedeados por Iglesias una vez y otra también. De ahí que el corte de coleta de Iglesias no pueda ser entendido como el de los toreros que abandonan la actividad. Él continua desde su chiringuito radiofónico y sus redes sociales ajustando cuentas con el pasado más reciente revestido de su soberbia que siempre es una mala sustituta de la autoridad moral.
Cuando esto escribo hace poco más de media hora que ha terminado la consulta express a unas bases cada vez más escéptica frente a los planteamientos del fundador de Podemos. Desconozco aún el resultado de la consulta que no sé si es tan sólo un recurso retorico para imponer el criterio que más interese a la dirección o por el contrario un intento de Belarra de taponar las heridas sobre las que Iglesias esparce la sal. No lo sé y la verdad es que poco importa ya porque Iglesias lleva dos semanas deteriorando la imagen de la coalición mientras disfruta de las hieles del fracaso electoral de Podemos. Frente a ello la vicepresidenta Díaz convencida de aquello que afirmaba Herman Hesse: “para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible”.
Y conviene dirigir también la mirada al entorno electoral más cercano, el de una provincia donde el PSOE ha dado ya el primer paso en la confección de las listas al Congreso y al Senado con su aprobación en el Comité Provincial y pendientes del Comité federal de este fin de semana. No se esperan en esta ocasión cambios sustanciales en lo aprobado en la provincia toda vez que se ha transigido desde el primer momento con la incorporación de nuevo de Marlaska como cabeza de lista, una decisión manifiestamente mejorable si tenemos en cuenta la experiencia anterior.
Pero se han dado en el Comité Provincial los dos requisitos para que haya imperado la paz de los cementerios, el acuerdo con lo impuesto por Madrid y la entente cordiale de las familias provinciales del Partido que se han repartido el escaso botín que auguran las encuestas. Un elemento determinante a la hora de poner nombre y apellidos a las dos candidaturas ha sido la percepción cada vez más generalizada de que Franco va a entregar el gobierno de la Diputación al Partido Popular. Esto ha hecho que el propio presidente Juan Carlos Ruiz Boix haya dado el paso de integrarse en la candidatura al Congreso al igual que Mamen Sánchez, mientras que el inquieto Alfonso Moscoso ha tardado poco en asegurarse un puesto en la del Senado donde no hay más orden ni concierto que el alfabético y eso le favorece a priori.
Sólo un buen resultado en estas elecciones generales garantizaría el mantenimiento de la pax romana de las distintas sensibilidades una vez que la Diputación parece más cerca del Partido Popular. Queda por saber quien sería el portavoz socialista en el gobierno provincial en caso de que la hipótesis del pacto de Franco con los populares se confirmara, y es ahí donde pueden surgir diferencias difícilmente reconciliables, pero ese es un pronóstico de difícil predicción hasta ver quienes configuran el grupo socialista de la Diputación, ya queda menos.
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