Una fotografía de René Robert. PRISCA BRIQUET
Una fotografía de René Robert. PRISCA BRIQUET

Esta semana publicaba el diario El País la noticia de la muerte de René Robert, un fotógrafo suizo que encarnaba quizás la bohemia artística que un día, hace ya muchos años, hizo de París una ciudad inigualable para la cultura y cualquier manifestación artística.

Aunque hoy había múltiples posibilidades de temática social y política, como viene siendo habitual, para dar contenido a este espacio me he inclinado por rendir homenaje a la memoria de este hombre que hizo del flamenco el oscuro objeto de deseo de sus fotografías. Y ello porque este medio, lavozdelsur.es, tiene el flamenco una de sus temáticas predilectas y también porque hace ya bastantes años tuve la oportunidad de conocerle durante la presentación de un espectáculo de 'el Pipa' en París en los primeros años de este siglo.

Fue el teatro Trianón, en el barrio parisino de Pigalle, el lugar escogido para esa presentación en la que el baile de 'el Pipa' y la voz de Juana hicieron las delicias de los amantes del flamenco en la capital francesa. Y fue allí donde conocí a René Robert, uno de los artistas que mejor ha sabido captar el lado oscuro y más dramático del arte flamenco. Quise conocer algo más sobre aquel personaje de estética bohemia y elegante que no dejaba de disparar su cámara hacia el escenario intentando captar los claroscuros de la figura ágil y escurridiza del Pipa y de la voz ronca y mágica de Juana.

Según pude saber Robert sentía una atracción casi fatal por el blanco y negro en sus fotografías al tiempo que por captar la tragedia que con bastante frecuencia brotaba como un latigazo cruel de aquellas gargantas. Y es que con total seguridad nada mejor que el blanco y negro, con sus claroscuros, para reflejar el sentimiento hondo de aquellos cantaores y cantaoras que llevaban hasta París su arte buscando desprenderse de su hambre.

Fue amigo René Robert de las grandes figuras como Camarón, Paco de Lucía, Chano Lobato y otros tantos y tantas que derramaron su arte sobre los escenarios parisinos.

Por eso cuando en estos días leía la noticia de su muerte y las circunstancias en las que se había producido he pensado  que hasta en eso la tragedia que el flamenco encierra con demasiada frecuencia se había apoderado de sus últimas horas. Robert paseaba al anochecer por las calles de su barrio parisino cuando al parecer cayó al suelo accidentalmente sin poder reincorporarse. Durante horas, más de nueve, la gente pasaba por su lado sin reparar en aquel anciano tumbado sobre la acera, algo propio de la falta de humanidad que imprime la vida acelerada de las grandes ciudades, quizás pensando que tan solo era uno de esos mendigos que tienen en la calle su único hogar.

Lo cierto es que, transcurridas todas esas horas, una persona reparó en aquel cuerpo frío y sin aliento que descansaba sobre la acera, el cuerpo de René Robert que había perdido la vida a manos del frio de la noche, y esa otra persona sí era un indigente que probablemente hacía ya tiempo había decidido bajarse del ritmo frenético de quienes habían pasado junto al cuerpo del fotógrafo durante muchas horas sin reparar en su lenta agonía.

Por eso, por la tragedia propia de cualquier seguiriya que ha envuelto su muerte, quería rendirle ese homenaje desde la cuna del flamenco que es Jerez.

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