Deben ser cosas de Halloween

Vito Quiles no tiene otro objetivo que ejecutar la estrategia de enfrentamiento social diseñada desde la cara oculta de la ultraderecha española, donde él mismo, su jefe Alvise y hasta el propio Abascal son tan solo marionetas cuyos hilos se mueven muy lejos de nuestro país

El activista de ultraderecha Vito Quiles.
01 de noviembre de 2025 a las 09:01h

Sí, deben ser cosas de Halloween, porque de otra manera resulta difícil entender algunas de las cosas que están ocurriendo en estos días en nuestra querida España, esta España mía, esta España nuestra que cantaba Cecilia y que por día que pasa parece que es menos nuestra y más de ellos, de esos personajes brutales y en ocasiones monstruosos que vienen irrumpiendo y también rompiendo la convivencia pacífica que habíamos logrado instaurar entre nosotros, los de derecha, los de centro y los de izquierda.

Con nuestras diferencias, y también algunos acuerdos de vez en cuando, habíamos alimentado el espíritu de generaciones de españoles desde la Transición hasta la pérdida de las elecciones por el Partido Popular en las elecciones generales de marzo de 2004. Ahí empezó todo y comenzó la deriva que nos ha traído hasta esta realidad política donde la deslegitimación de la democracia se ha convertido en una competición. Cada día, e incluso cada hora del día, hay algún imbécil intentando superar a otro de su misma especie con el objetivo inequívoco de socavar los cimientos de nuestra libertad y de nuestra concordia democrática.

Por citar algunos ejemplos, nos podríamos referir a ese imbécil –un imbécil muy peligroso– apellidado Zopellari, que se ha dado a conocer con el alias de Vito Quiles y que en las últimas semanas ha emprendido una gira por las universidades españolas, en una versión bufa del activista Maga tristemente asesinado en Estados Unidos. No tiene otro objetivo que ejecutar la estrategia de enfrentamiento social diseñada desde la cara oculta de la ultraderecha española, donde él mismo, su jefe Alvise y hasta el propio Abascal son tan solo marionetas cuyos hilos se mueven muy lejos de nuestro país.

Y dentro de esa estrategia es donde hay que situar el extraordinario acontecimiento –que no histórico, porque ya tuvo precedentes– de la citación en la comisión del Senado que el fallido presidente Feijoo anunció en la sesión de control del Congreso, en una de esas pataletas en las que ha convertido su frustrante experiencia parlamentaria, la que tuvo lugar el pasado jueves con el presidente Sánchez de protagonista.

Aunque no tenía intención de perder cinco o seis horas de mi vida ante el televisor, convencido de que las mejores jugadas del partido se emitirían en diferido mil veces, había amanecido el día antes con un fuerte catarro que aún está dando sus coletazos finales y que me obligó a la reclusión hogareña. Esta situación trastocó mi plan vital para ese día y me dejó postrado ante el televisor.

La verdad es que fue la nostalgia de aquella sala Clara Campoamor, donde tantas experiencias parlamentarias había vivido, lo que me empujó en principio a conectar con el canal 24 horas. Y allí estaba Sánchez. No sé si la historia lo considerará un presidente bueno, malo o regular, pero lo que sí tengo claro es que le tiene cogido el pulso —y algo más— a la derecha dura y la extrema derecha. No hay mejor ejemplo de esto que el desarrollo de su comparecencia.

Para que al final buena parte de los columnistas de la acorazada mediática de la derecha hayan criticado lo de sus gafas, ya debió ser fuerte el ridículo de quienes pidieron una y otra vez su comparecencia. El elenco opositor fue diverso, pero al mismo tiempo homogéneo en la intención primigenia: la campaña contra el gobierno de coalición que tanto les quiere y al que ellos tanto odian.

La pretendida actuación estelar de Miranda de Larra, otro macho alfa del ayusismo, fue uno de los esperpentos parlamentarios más distorsionantes de los que he vivido. Y les aseguro que, en mis casi nueve años en las Cortes Generales, he vivido muchos y variados.

La verdad es que la estrategia del fallido haciendo comparecer a Sánchez no ha conseguido ninguno de sus objetivos. Ni ha comprometido la situación del presidente del Gobierno, ni ha podido ocultar la crudeza de la reacción de los familiares de víctimas de la DANA contra el presidente Mazón, ni tampoco ha logrado que deje de llover en el tema tan grave de las negligencias en el cribado de cáncer de mama cometidas por el gobierno de Moreno.

Mucho me temo que lo que era la bala de plata en la recámara se ha convertido en un nuevo balazo en el pie.