El consejero de Salud, Jesús Aguirre, en una imagen de archivo.
El consejero de Salud, Jesús Aguirre, en una imagen de archivo.

Sin lugar a dudas una de las figuras más relevantes del histrionismo político en Andalucía, y también ya en muchas partes del Estado español,  no es otra que la del Consejero de Salud que nos ha tocado en suerte en los momentos más delicados que estamos atravesando desde tiempo inmemorial, el señor Jesús Aguirre.

El Consejero, al que tuve la oportunidad de conocer cuando coincidimos en el Senado de España, ya apuntaba maneras en sus intervenciones parlamentarias hasta el punto de ser desmentido por su propio partido en su férrea defensa de la sanidad privada frente a la pública que ahora tiene encomendado defender. Sus exabruptos como senador popular eran frecuentes aunque se perdían mediáticamente en la rutina del diario de sesiones de la Cámara Alta lo que nunca fue un obstáculo para que pusiera mi atención en sus intervenciones. De ahí que cuando se hizo público su nombramiento como Consejero del Gobierno andaluz tuve claro desde el primer momento que nos esperaban momentos de gloria fruto de la oratoria fluida y elegante del personaje.

Y cierto es que no ha defraudado las expectativas porque desde el minuto uno su insufrible locuacidad ocupa con demasiada frecuencia los titulares de la política andaluza y aún más en unos tiempos en los que la salud pública es el blanco de la atención no sólo mediática sino también del conjunto de la ciudadanía. Este Consejero, al que puso ya  en evidencia una partida de carne mechada infectada con listeria, cabalga desde el principio  a lomos de la frivolidad más detestable como puso de manifiesto con aquella frase lapidaria de “lo fácil es llegar y el chupetón” en relación con el método de interrupción voluntaria del embarazo. Expresiones de esa naturaleza definen por si solas el talante y el talento del máximo responsable de la sanidad pública andaluza.

Pero es verdad que, con el paso del tiempo y el reírle las gracias de sus compañeros de partido y algunos medios de comunicación, el  hombre se ha venido arriba a pesar de su incapacidad manifiesta para conducir una simple comparecencia con power point. Y su intervención en el pleno de esta semana, sobre la terrible situación sanitaria de esta tercera ola, ha sido, a mi modesto entender, la gota que colma el vaso del histrionismo, la frivolidad y el insulto a la inteligencia del común de la ciudadanía andaluza. Lo del “culillo” de las vacunas administradas por su Consejería es una seria advertencia sobre la solvencia, no sólo oratoria sino también intelectual y política, del señor Aguirre. Lo del “culillo” para entendernos significa que se podía haber vacunado a treinta y ocho mil ochocientos andaluces y andaluzas más si la Consejería hubiera dispuesto y utilizado las jeringuillas adecuadas para extraer la sexta dosis de cada vial en una Comunidad, Andalucía, donde el ritmo de vacunación a día de hoy está muy por detrás de la inmensa mayoría de las Comunidades Autónomas, aunque el Consejero y el propio Presidente se quejan de falta de vacunas como si el Ministro Illa las tuviese escondidas en el congelador de su casa.

Y si lo del “culillo” fue de nota otro tanto ocurre con su llamamiento a quedarse en casa a partir de las ocho de la tarde como asegura que el mismo hace. Estoy totalmente convencido de que, en su caso, esa medida no es suficiente y nos iría mucho mejor si se quedara en casa el día completo en beneficio de la salud física y mental de los andaluces y andaluzas. Y mientras tanto, el mismo día y a la misma hora, el beatifico Presidente Moreno accedía al Ayuntamiento de Linares por la puerta trasera y desprovisto de mascarilla en un claro ejemplo de miedo a la cólera ciudadana que se concentraba en la entrada principal y desprecio a la norma más elemental de prevención de contagios, ausentándose del principal debate parlamentario donde Aguirre lucía sus mejores galas, qué Dios nos coja confesados y la Divina Providencia nos ampare.

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