Una imagen del entierro de María Jiménez.
Una imagen del entierro de María Jiménez. MAURI BUHIGAS

La semana que termina quedará marcada en el calendario por el dolor de la marcha de dos mujeres adelantadas a su tiempo, dos andaluzas universales que supieron romper barreras en un país que quizás tardó demasiado en reconocer los valores de la plena igualdad. A principios de semana decíamos adiós a María Teresa Campos, la malagueña que abrió las puertas de la comunicación a un buen número de mujeres desde el compromiso social y que desarrolló una de las carreras profesionales más importantes en la España contemporánea.

Y a finales de esta misma semana fallecía en su ciudad natal María Jiménez, símbolo de la lucha contra la violencia de género que sufrió en carne propia y cuyo Se acabó ha terminado convirtiéndose en el lema más viral de la lucha por los derechos de las mujeres en los últimos tiempos. Una mujer capaz de definirse a si misma con frases como esta: “Por las buenas soy malísima, a las malas soy mejor...”. Imposible superar ese terrible sentido del humor del que María supo hacer gala como nadie. Por eso y por mucho más adiós con el corazón a ambas...

Y mientras, la opinión pública mayoritaria seguía con entusiasmo, el adiós a estas dos mujeres inolvidables, la vida seguía y nos deparaba momentos terribles a quienes alguna vez depositamos nuestras energías y años de juventud en la defensa de aquel tándem sagrado del Partido Socialista, el formado por Felipe González y Alfonso Guerra. De nuevo, cuando la dirección del Partido debe abordar situaciones difíciles como la negociación de la investidura de Sánchez como presidente, abandonan su silencio cómplice ante los desmanes de la derecha para atacar el proceso que ha abierto la dirección socialista con las distintas fuerzas parlamentarias.

Las declaraciones de uno y otro coinciden plenamente con el argumentario que la acorazada mediática de la derecha y la extrema derecha vienen utilizando para descalificar la legitimidad de la negociación con los partidos independentistas y más concretamente con Junts. Olvida Guerra su papel de padre de la Constitución, restando vigencia y valor a lo que él mismo ayudó a plasmar en nuestra Carta Magna. También olvida aquellos tiempos en los que la discrepancia interna se castigaba con el conocido “el que se mueva no sale en la foto”.

Y junto a él olvida también Felipe aquella audacia de la que él mismo hizo gala para resolver momentos difíciles de la joven democracia española como fue la difícil transición en las Fuerzas Armadas. Quizás ambos, Felipe y Alfonso, tan sólo son ya capaces de percibir la cambiante realidad española a través del cristal del pasado aún obviando los acuerdos políticos que ellos suscribieron con Convergencia i Unió, los padres políticos de la actual Junts.

Quizás el mejor efecto colateral de la actitud critica de ambos haya sido la llamada a la unidad en el seno del PSOE de Andalucía que parece haber encontrado de nuevo el camino de la recuperación de su papel político en nuestra tierra. Se percibe una nueva energía en el proyecto del hasta ahora cuestionado Juan Espadas que ha empezado el nuevo curso político con un viaje por Andalucía que pretende le lleve a disputarle el poder a un Juanma Moreno al que empiezan a aparecer algunas grietas en su poder monolítico.

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