El desbroce

Nos queda lejos la imagen del campo francés tan familiar y productivo. La Administración proteccionista española debería acompañar un poco ese espíritu

Las protestas de los agricultores este pasado miércoles, en imágenes.
Las protestas de los agricultores este pasado miércoles, en imágenes. MANU GARCÍA

¡Qué placer desbrozar y limpiar el terreno! Demasiado tiempo hemos entregado el campo a lo incivilizado. Incluso las alimañas lo agradecerán esta temporada. Brotarán tallos donde antes solo imperaba el rigor umbroso de la maleza. La Escolástica tenía razón cuando insistía en que la propiedad es más beneficiosa porque involucra en el cuidado. Si no se trabaja, la propiedad pierde su sentido. 

Nos queda lejos la imagen del campo francés tan familiar y productivo. La Administración proteccionista española debería acompañar un poco ese espíritu. Toda nuestra burocracia parece buscar que el campo sea abandonado. Late en ella una desconfianza y desinterés por quien trabaja la tierra y mejora su terreno. La Administración mientras más promete menos responde.

Los mismos funcionarios se las ven continuamente con mandatos imposibles de cumplir. Y el propietario trabaja la tierra temeroso de que una día cualquiera le caiga una infracción inverosímil. La dehesa no es ningún espacio original. Necesita de la mano del hombre para su conservación. Si no, se convierte toda en una selva intransitable incluso para los animales. Plagas, pinos, zarzas…

Lo peor de todo, es que esta imagen sirve también para el ordenamiento jurídico de nuestro tiempo, tan abandonado, tan selvático. Las pequeñas normas invasoras se reproducen sin que nadie les ponga coto. Lo están maniatando todo.  La espesura afecta también al contenido de las mismas. La semántica se coagula. Hace falta un buen podador como Leibniz que despeje el ordenamiento para que el sol excite este suelo que pisamos. En Francia llevan 30 años aclarando la legislación con una nueva codificación. Pero aquí, aquí, por ahora, no queda otra que emplearse en lo concreto y cotidiano porque no se dan las condiciones para emprender nada de carácter general.

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