Las derechas católicas y compungidas, las que roban y mienten

¿Cuál es la solución? No votar a los que mienten, a cada uno que mienta, pero este mecanismo para la Salud Pública nos lo robaron las propias derechas con la expansión del rumor de que todos son iguales

Elecciones generales en una imagen de archivo.
Elecciones generales en una imagen de archivo. JUAN CARLOS TORO

Las derechas católicas y compungidas, las que roban y mienten, y ganan las elecciones. Las derechas lacrimosas se van a una iglesia blanca vestidas de negro, se hacen una performance pastiche entre dolorosa, lacrimosa y viuda, en el fondo alegre, y ya está: a seguir ganando elecciones.

Su derecho a la vida es su antiabortismo y luego les confías a un montón de viejos y resulta que, “total, si se iban a morir”. A seguir ganando las elecciones. Su derecho a la propiedad privada, sagrado, incluye su presunto derecho a la propiedad pública también. Ellas, tan leguleyas y tan de latines han definido una usucapión con la que, porque están en el poder, se creen en el derecho de que les pertenece todo lo que está en su cercanía y les basta con señalar y amenazar a quienes los acusen de tomar en posesión lo que no les pertenece, para incluso presentarse ante el público como indiscutibles propietarios de la verdad y la honradez.

No se trata de tal o cual persona, se trata de la nefasta combinación de varias emociones. La emoción aristocrática, la emoción mesiánica y la emoción portuaria, que no tiene que ver con el puerto, sino con la estética atribuida al puerto con las zarzuelas. Luego se lo sazona todo con un chotis, para que no falte el ingrediente machirulo. E voi la, a ganar las próximas elecciones. Donde se dice chotis se puede intercambiar por el folclorismo apetecido.

Son las víctimas, esas derechas, solo porque lloran y porque hacen todo el teatrito aparente de serlo. Una parte se lo cree, lo increíble. La parte que no se lo cree y no se indigna es aún peor. Es esa parte hípster de la sociedad, nihilista, que se siente saciada de malestares y está de vuelta y por encima de todo; le resulta de mal gusto sentirse interpelada por cosas que no son de su asunto. ¿Su asunto? Volver a votarlas cuando llegue porque es el modo de defender su estilo de vida o el estilo de vida al que aspiran.

Como vestirse de una Antígona a su medida resultaba demasiado grotesco, y el pueblo no entendería tanta demasía de metáforas, se visten de purísimas lacrimosas o le gritan a un guardia, que si sabe con quién está hablando.

¿Cuál es la solución? No votar a los que mienten, a cada uno que mienta, pero este mecanismo para la Salud Pública nos lo robaron las propias derechas con la expansión del rumor de que todos son iguales. Así se benefician del mito de que las derechas iluminadas y católicas, en un país tan monárquico y aristocratizante, tan católicamente oscuro, tan asustadizo y miedoso, siempre están en razón porque la tienen.

Primero se le convenció a medio mundo de que cualquiera puede hacerse millonario porque cualquiera es dueño de su propio destino. Luego vino todo lo demás. A quien sigue prometiendo ese mundo de ficción y fantasía sigue siendo tomado como Moisés con las tablas bajando del monte Sinaí. Moisés es el hombre de la magia que viene a resolver los problemas del mundo con sus diez mandamientos. Muchas personas, aplastadas por los verdaderos problemas del mundo solo creen ya en la magia y votan a los magos y a las magas con sus trucos y prestidigitaciones.

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