La declaración de la renta afecta a tu salud mental

Como ciudadanos y contribuyentes, y justo en estos tiempos que corren,  es más necesario que nunca exigirles a nuestros políticos y dirigentes que abandonen la política de la falta de preparación, de la mediocridad y de la desnutrición intelectual y moral

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Asesor legal y fiscal 

Una delegación de Hacienda, en una imagen reciente.
Una delegación de Hacienda, en una imagen reciente. CANDELA NÚÑEZ

Pronto, este próximo 3 de abril, dará comienzo una nueva campaña de la declaración de la renta. Tendremos hasta el 1 de julio para saldar con Hacienda nuestras cuentas del pasado año 2023. Y es probable que ya le estés dando vueltas a la cabeza pensando si en esta ocasión te saldrá a devolver, aunque menos que el año pasado, o, por el contrario, tendrás que pagar, incluso hasta más. Sea como sea, esa incertidumbre te está generando preocupación, malestar, ansiedad, o sea, que podríamos decir que está afectando a tu salud mental. 

Sin embargo, aunque tendría lógica llegar a esa conclusión, no va por ahí la cosa. Sí que hablamos de impuestos, de recaudación, de Hacienda, pero también de las enfermedades mentales, de los pacientes y sus familiares, de los profesionales de la sanidad, o de los tratamientos psicológicos y psiquiátricos. En todas estas últimas cuestiones me voy a centrar, con la importancia y seriedad que merecen, o como se dice ahora, vamos a darle visibilidad. Así que ¡ahí vamos!

Cada día son más las famosas y famosos que cuentan en público sus graves dificultades para gozar de una salud mental sana y de un buen equilibrio emocional. Los hay en todos los ámbitos y facetas de la vida. Deportistas como Ricky Rubio, Andrés Iniesta, Simone Billes, o Paula Badosa, cantantes como Alejandro Sanz, Dani Martín, Lewis Capaldi, Billie Eilish o Sandra Delaporte, actores y actrices, Bruce Willis, Jennifer Lawrence, Catherine Zeta Jones, o presentadores y periodistas como Ángel Martín, Mercedes Milá, Tania Llasera, o Javi Martín, entre otros. Todas y todos ellos aprovechan su mayor repercusión para intentar normalizar este tipo de trastornos y enfermedades y, al mismo tiempo, ayudar o servir de referentes a aquellas otras personas que no tienen, ni muchísimo menos, tal nivel de conocimiento y popularidad, más bien al contrario, son casi totalmente anónimas. 

Y, efectivamente, son aquellas sumidas en un casi total anonimato social las que necesitan y son merecedoras de mayor atención, asistencia, comprensión, y por supuesto, normalización. 

Confesado por las propias famosas y famosos, ellos se sienten unos privilegiados, puesto que su nivel económico y adquisitivo les permite acudir a la sanidad privada, a las consultas de profesionales que, lamentablemente, no están al alcance de todos. Y junto a ello, reconocen que, una vez hacen público su padecimiento, trastorno o enfermedad, cuentan con la empatía y apoyo de sus seguidores, de sus fans, de su comunidad. 

Sin embargo, en la mayoría de esa 'población anónima', contemplada como una especie de ente abstracto y sin rostro por los políticos y gobernantes de turno, sucede todo lo contrario. No le es posible recibir el tratamiento psicológico o psicofarmacológico adecuado y, para más inri, no suele gozar de la comprensión y ayuda de la sociedad; en este caso sí que se mantienen (suponemos por el hecho de no ser 'famosos') las estigmatizaciones, los prejuicios y los tabúes, en muchas ocasiones procedentes, por puro desconocimiento obviamente, del propio entorno familiar, del profesional, o de los amigos y conocidos. 

A pesar de ello y afortunadamente, se va avanzando, no como sería deseable, pero sí se van dando pequeños pasos. La visibilidad y el mensaje de normalización de la salud mental que transmiten estas personas con un amplio nivel de popularidad y conocimiento entre la 'gente común', así como el trabajo de los profesionales de la psiquiatría, psicología y neurología ayuda a que le podamos ir prestando la importancia debida.

Ya no es necesario, al menos en nuestros pueblos y ciudades más cercanos, ser 'rico' o tener mucho dinero para acudir a la consulta privada de un especialista en salud mental. Sin embargo, lo que sí resulta ya más complejo es poder hacer frente al gasto económico que supone asistir semanalmente, o cada quince días, o inclusive una vez a mes, a la correspondiente sesión. Y ello si es que no te han prescrito medicación; de lo contrario, a pasar por caja también, para beneficio de las grandes industrias farmacéuticas. 

Para los que, a día de hoy, sí tenemos la inmensa fortuna de poder pagar la consulta de un psicólogo o psicóloga privada, con sus posteriores sesiones, lo que debería ser un derecho fundamental al alcance de todos, la salud mental, se convierte, lamentablemente, en un privilegio. 

En estos meses atrás he venido padeciendo, dentro de mi trastorno generalizado de ansiedad y sin causa o motivo exógeno alguno, lo que podría denominar 'una crisis de las gordas'. Obviamente, incide en todos los aspectos y relaciones, en las personales, en las familiares, en las laborales, en las sociales, y obviamente también, gracias en gran medida a la labor, trabajo y apoyo de mi psicóloga (o entrenadora de vida, como ella misma prefiere denominarse) volvemos a la normalidad, nos reseteamos y continuamos el camino, con los mismos proyectos, retos, objetivos e ilusiones, aunque mejorados, por supuesto, y también con novedades y aprendizaje, mucho aprendizaje.  

Durante todo ese proceso da tiempo, además, a reflexionar sobre distintas cuestiones de la vida en general, del modelo de sociedad actual y de la importancia de la salud mental en particular. Observas los diferentes tipos de reacciones por parte de gente diversa ante una misma situación o frente a un mismo problema a resolver, cómo lo interpreta y afronta cada cual, con qué conocimientos e información, con qué actitud y aptitud, con qué modelo y forma de comunicación, con qué estrategia, activa o evasiva, o con qué nivel de implicación. 

Me venían a la mente situaciones personales de diferentes clientes que, en el contexto de una relación profesional de confianza, bajo total secreto profesional, por supuesto, me han ido haciendo llegar durante estos últimos años, la mayoría con un problema de salud mental de trasfondo que difícilmente podían resolver o atender adecuadamente por falta de medios. Recuerdo el caso de un cliente con pocos recursos económicos al que, literalmente, estafaron y engañaron en diversas ocasiones ofreciéndoles unos supuestos préstamos personales en condiciones muy beneficiosas y que recibiría tras el ingreso previo de determinadas cantidades, en diferentes plazos. No solo no percibió jamás préstamo alguno, y no solo perdió los más de 1.500 euros que entregó a los estafadores, sino que, además, padecía una enfermedad mental y se encontraba amenazado y maltratado por un miembro de su familia. 

O la de una cliente que estaba intentando rehacer su vida tras un largo proceso de divorcio precedido de una relación en la que había sufrido constantes agresiones físicas y verbales, abusos sexuales y violaciones por parte de su exmarido, con las consiguientes secuelas psicológicas. 

Tampoco puedo olvidar la situación de un chico, más o menos joven, abandonado por su familia, que, aun estando ingresado en un hospital psiquiátrico, se puso en contacto con nosotros para que le ayudáramos a resolver sus problemas y deudas con Hacienda, problemas y deudas que, por otra parte, eran ciertos. 

Y precisamente este último caso es el que me lleva a decirte que la declaración de la renta afecta a tu salud mental. Sin el pago de impuestos por parte de todos y recordando el principio de progresividad, es decir, quien más gana más aporta, no sería posible llevar a cabo las inversiones más que necesarias en la sanidad pública para que existan profesionales bien formados que atiendan debidamente a los pacientes con trastornos y enfermedades mentales. Es totalmente inconcebible e inadmisible que las personas que no pueden hacer frente al pago de un psicólogo o psiquiatra privado tengan que esperar, en el mejor de los casos, más de seis meses entre cita y cita para ser atendidos en una consulta que dura, y eso es otra, no mucho más de diez o quince minutos. 

Si este es tu caso, así te trata la sociedad actual, lamentablemente. No tienes recursos para pagar los servicios de una consulta privada, si acudes a la sanidad pública ya sabes lo que te espera, a pesar del buen hacer de muchos de los profesionales y, por supuesto, como no eres famosa o famoso, la comprensión y empatía de la gente que te rodee no va a ser la misma, incluso puede que justamente ocurra a la inversa, que sufras un mayor señalamiento social. 

Aunque no sea tu situación, sí que puede sucederle a algún familiar tuyo, con lo que, de nuevo, tu salud mental se ve afectada por la declaración de la renta, puesto que desearás y querrás la mejor atención posible para ese familiar y, por ende, para ti también. Si ya el paciente en sí mismo padece y bastante, en muchas otras ocasiones los familiares y entorno más cercano sufren mínimo a la par, cuando no hasta más, ya que se enfrentan a dolencias invisibles, a dolores intangibles difíciles de explicar y transmitir; de ahí que se sientan perdidos, desorientados, confusos, sin saber muy bien cómo actuar ni qué hacer, sin recibir información, ni pautas ni, prácticamente, tipo de ayuda alguna, de forma que a veces, sin ser conscientes, están empeorando aún más la situación del enfermo. Si todo ello se da en la sanidad privada, puedes imaginarte en las condiciones actuales de la pública.  

Por eso mismo, como ciudadanos y contribuyentes, y justo en estos tiempos que corren,  es más necesario que nunca exigirles a nuestros políticos y dirigentes que abandonen la política de la falta de preparación, de la mediocridad y de la desnutrición intelectual y moral, que dejen de dar esos espectáculos tan bochornosos, como ocurre en el 'caso Koldo', en el 'caso Ayuso', en el 'caso Rubiales' y en tantos otros, que, de una vez, se centren en los problemas reales de la gente, y que el dinero recaudado a través de nuestros impuestos se inviertan en mejorar el conjunto de servicios de salud mental en la sanidad pública hasta alcanzar una atención digna a los pacientes y usuarios. 

Si bien no somos famosos ni tenemos tanta repercusión pública y social, aprovechemos también para ayudar a visibilizar y normalizar la situación de las enfermedades mentales, la de todas esas personas anónimas que las padecen y la de sus familias, cuidadores, amigos y conocidos, aprovechemos para reivindicar más inversiones en salud mental, aunque para ello tengamos que utilizar y servirnos de la campaña de la declaración de la renta. 

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