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“Hoy no quiero hablar con nadie. Si eres mi mejor amiga, no te cojo el teléfono. Si eres mi madre, te gritaré. Hoy estoy de muy mal humor sin motivo alguno y además esta mierda duele a pesar del doble chute de Ibuprofeno que llevo. Hoy tengo los mismos problemas que ayer, pero ayer no podían hacerme temblar y hoy lloro a mares. Lloro sin poder evitarlo. Lloro y estoy soportando un día de mierda. No tengo nada de hambre porque no puedo dejar de pensar en él -o en ella-, o no puedo parar de comer porque es la única forma de calmar mi ansiedad. ¿Por qué el mundo está en mi contra? ¿Qué habré dicho para que no me responda? ¿Estaré siendo muy pesada? Le odio. Le echo de menos. Le odio. ¿Qué ha querido decir con esa última frase?, ¿es una indirecta?, ¿es que se ha enfadado conmigo? Qué asco de vida. No pienso hablarle más… Joder, dos horas sin hablarme. Me odia. Quiero llorar”.

Esto no es más que un ejemplo de muchos. Un ejemplo de lo que puede pasarle a una mujer por la cabeza durante sus días de regla. Parece comedia absurda, pero no. Por desgracia, es verídico. Como siempre con este tema, hay niveles y cada mujer es un mundo, pero este ejemplo es tan probable como cualquier otro. Las hormonas se vuelven tiranas sin escrúpulos y nos hacen cometer errores que no pretendíamos perpetrar, nos hacen ver cosas desde una perspectiva muy a la defensiva, nos producen emociones extremas: una semana antes de la regla estamos hambrientas a todas horas, durante la menstruación el deseo sexual aumenta, sin embargo el interés social disminuye dramáticamente. Algunas mujeres sufren tantos dolores que los primeros días no pueden ni moverse y no aceptarían que su pareja les pusiese una mano encima. Pero pasados los dos o tres primeros días -incluso con episodios de dolor-, por norma general, secuestraríamos a nuestra pareja y tendríamos sexo a todas horas mientras nos alimentamos de chocolate con almendras. La lástima es que no solemos tener esa opción -podría ser un poquito ilegal, y, en cualquier caso, la regla y sus efectos secundarios no son compatibles con el trabajo, como comentamos en el capítulo anterior -.

Por otro lado, nos volvemos ariscas con el entorno y nuestra sensibilidad pierde su centro. Nos arrepentimos de muchas cosas, le damos una cantidad inusual de vueltas a la cabeza y parece que no hay detalle que no nos haga llorar.

Puede ser devastador, sobre todo si en tu estado natural eres una persona centrada y serena. No sabes qué hacer, qué decir, sacas conclusiones precipitadas y te traicionan los nervios y las palabras. Hieres y te dejas herir incluso aunque la persona que tienes delante no tenga la intención de hacerte daño alguno. A veces incluso sientes que suplicarías por un poco de comprensión, pero te encuentras con que nadie está educado para comprender tu estado, nadie está acostumbrado a lidiar con algo así desde la perspectiva de la empatía. Ni siquiera las propias mujeres. Lo que digas será tomado con la naturalidad de siempre, aunque lo digas acosada por la tristeza o por la rabia. Aunque no hayas querido decir lo que has dicho.

Si eres una mujer suficientemente afortunada como para no tener una montaña rusa de emociones cada veintiocho días, y pasas la regla con dolor físico pero calma emocional, no cantes victoria; tu “suerte” puede cambiar en cualquier momento, al igual que en el caso del dolor físico. Depende de la edad que tengas, de la fase de tu vida que estés pasando… Todo condiciona y nada es perpetuo. Las emociones y lo mucho o lo poco que estemos a su merced, cambian con nosotras.

Lo ideal sería prevenir y poder aislarse del mundo durante cinco días. Pero no es algo al alcance de todas. Un gran paso sería conseguir que el resto del mundo entienda mejor lo que ocurre, lo que pasa por nuestra cabeza y cómo pasa. Es difícil de explicar, y más aún de controlar, pero habrá que intentarlo…

Espero que esta humilde trilogía de artículos sobre la menstruación les haya interesado, y sería magnífico que hasta les hubiese ayudado a ver y comentar más allá del tabú.

Les espero el próximo jueves para un nuevo Desvío.

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