Cuando el sueño se disfraza de pesadilla

Quiero dar visibilidad a una legión de mujeres de rostros cincelados por la adversidad, valientes y anónimas que, con su lucha, pretenden poner el foco allá donde la sociedad les hace invisibles

Test de embarazo, en una imagen de archivo.
04 de agosto de 2025 a las 10:22h

Abrimos el mes de agosto con una columna breve, pero intensa con la que, como siempre y como cada lunes, tratamos de desbrozar y poner el acento a cosas que no nos gustan o por el simple intento ―aunque en la mayoría de casos queda en eso, en el intento― de ser bandera raída en muchas causas imposibles.

Hoy, querido lector, es de esos días en los que cobra sentido tener esta pequeñísima ventana hacia el exterior, porque la ocasión bien lo merece. Gracias a los amigos de lavozdelsur.es, quiero dar visibilidad a una legión de mujeres de rostros cincelados por la adversidad, valientes y anónimas que, con su lucha, pretenden poner el foco allá donde la sociedad ―con su tibieza y su mirar hacia otro lado― les hace invisibles. Ellas, les garantizo, no lo son.

Tomar conciencia de ello me llevó a desenmascarar la realidad de infinidad de mujeres que, por un motivo u otro, han transitado o transitan por todo un camino plagado de espinas a modo de siniestro peaje con un único fin: ver alcanzado el sueño de ser madres.

Y es que serlo, más allá del componente emocional y por más que las opiniones puedan ser múltiples y diversas, encaja en lo que podríamos denominar como esa pieza de la vida que completaría el puzle de la realización de muchas personas. De ahí el dolor y la turbación de quienes quedan en la linde de una travesía que no han elegido.

Como suele ocurrir, estas guerreras —que nunca pidieron serlo— se han visto obligadas a capear el peor de los temporales: la incomprensión del entorno y la callada por respuesta de las Instituciones.

De ahí que surgiera, allá por 2014, la Red Nacional de Infértiles (@redinfertiles). La cual ha brindado apoyo, soporte, compañía y escucha a multitud de mujeres condenadas al ostracismo.

Y es que, por más que volvamos la cara, la sociedad estigmatiza directa e indirectamente a este colectivo por el simple hecho de no ver alcanzado un sueño, en muchos casos, tan vital como necesario.

Por eso, ya va siendo hora de que, entre todos, afectados o no, logremos divulgar los incontables y dolorosos testimonios de muchas mujeres que, en la mayoría de casos, apenas gozan del altavoz adecuado para que sus historias sean de verdadero dominio público.

A todos esos rostros anónimos hay que agradecerles que, con su lucha incansable, la concienciación sea progresiva. Motivo por el cual, el futuro y todo lo que esté por venir, puede ser encarado con muchísimas más garantías y optimismo.

Como en toda historia que se precie, las hay que tiene final feliz y otras tantas que no. Antes de finalizar, quisiera enfatizar en las últimas. Aquellas que, por desgracia, no acaban bien. Valga este pequeño espacio de opinión como muestra de cariño y admiración hacia todas ellas.

Queda camino. Juntos será más fácil.

Gracias por la lectura.