Cuando la Iglesia católica te da una patada en el trasero

La entrevista que ha publicado lavozdelsur.es a quien fue sacerdote y nunca obispo de la ciudad de Jerez es una entrevista penosa. No, no por quién la ha realizado, que me parece excelente, sino por el contenido. Sólo le doy la razón en lo de sacar los santos a ventilar. Lleva razón. Lo de las procesiones en Jerez es un puro pitorreo. Pero lo es porque ellos, el clero, así lo dejan y así los ha querido.

Nadie niega tampoco la labor histórica que este hombre ha hecho por nuestra ciudad y es digna de reconocerse, pero como cristiano, lo que dice, lo que desprende, deja mucho que desear.

Cito. Pregunta: El pasado mes de abril, Francisco, a través del documento Amoris laetitia —La alegría del amor, en latín— hacía una llamada a los sacerdotes de todo el mundo para que acepten y reciban a divorciados, familias monoparentales, homosexuales y parejas heterosexuales que viven juntas, pero no están casadas.

Respuesta: Pero aceptar no significa darle la comunión a un homosexual o a un heterosexual si por la noche ha estado con su pareja. O a un divorciado que se junte con otra mujer, porque viven en público pecado mortal.… Eso no lo ha dicho el Papa ni lo va a decir.

Se le olvidó al  periodista preguntar si los curas gays o los curas heterosexuales podían dar de comulgar también si por la noche habían estado con su pareja. Y lo digo porque lo sé. Y ya no me refiero a parejas con amor (que por cierto, donde hay amor está Dios y el amor es lo más importante de todo. Ya lo decía San Pablo en su carta a los corintios: Ahora, pues, son válidas la fe, la esperanza y el amor; las tres, pero la mayor de estas tres es el amor. (Corintios, 13); me refiero a esas parejas sin amor —ojo, que nos la crítico—, a ese polvo nocturno de algunos curas en clubs de hombres o a esos otros curas que tienen su amiguita para cuando les hace falta. Esos curas que me dieron por saco bastante tiempo en mi blog y luego te enteras que se salen porque se han casado. ¡Y ahora siguen dando lecciones de moral! U otros curas gays, que por ser yo como soy, cristiano, me acosaban por teléfono para hablar u otras cosas conmigo y nunca consiguieron nada de mí, salvo mi compasión.

No por ello desprecio a toda la Iglesia católica. Hay muchas personas buenas que hacen una labor encomiable. Y muchos curas gays buenos que son todo un ejemplo de ser cristianos. Pero miren. Yo estoy harto de que cada día la Iglesia católica te despierte con un insulto, un desprecio, un ataque. Mientras tú estás con los laudes, ellos, los de siempre, amanecen insultándote. Son sus buenos días. Como a Jesús en la cruz. Ellos se reían de Él porque no reconocían al Dios hecho hombre. Ahora se ríen de las personas homosexuales o divorciadas porque no reconocen al Dios que está en el prójimo, sea homosexual o sea una persona divorciada.

Yo estoy harto. Me siento humillado, insultado, vilipendiado, discriminado. Siento que me tratan como un apestado. Me siento expulsado cada día de la Iglesia católica. Expulsado a patadas. Golpeándote donde más te duele. Comparando a tu pareja —a la que quieres, a la que amas, a la que Dios está presente en ella en forma de amor— como si fuera una unión entre dos perros. Y se conoce que tampoco saben apreciar el amor que es capaz de dar un animal.

No, yo no puedo más. Yo tiro la toalla, lo siento. No volveré a pisar mi parroquia, la que me toca por mi barrio, porque es donde este señor da misa. Lo siento. Yo no voy a donde se me echa. No puedo ir a dónde tengo que romper con mi pareja, que es lo que más quiero y tengo en este mundo, para estar en comunión con su Dios. Y digo su Dios, porque ese Dios que discrimina a las personas por ser como son o porque el matrimonio les falló, no puede castigar con el desprecio de esa manera. Parece que siguen creyendo en el Dios del Antiguo Testamento, y no en el mensaje que trajo Jesús de Nazaret, con ese Dios nuevo, misericordioso y hecho persona.

No, no puedo más. Les digo adiós y que se queden ahí: solos, con sus rezos que nadie escucha, con sus misas repletas de niños y niñas de primera comunión que nunca harán la segunda; con sus figuras por las calles que son más espectáculo que acto de fe y con sus puertas cerradas, porque así están casi todos los templos de Jerez salvo en horario de misa: cerrados. Y a pesar de los insultos, de los desprecios, de sentir cada día que te llaman enfermo, de que gasten sus energías en querer curarte de los que ellos llaman enfermedad, a pesar de todo, a pesar de todo ello, no van a poder con mi fe.

Me levantaré cada día dando gracias a Dios por estar vivo. Y a las doce aunque el trabajo no me permita pararme siempre tendré un momento para María de Nazaret, la que estaba a favor de los oprimidos y derribaba del trono a los poderosos. La que es mi Madre y no me rechaza. Intentaré ser buena persona, a pesar de todos mis errores y fallos que tendré, porque soy humano y estoy hecho de barro.

No, no podrán con mi fe, aunque ya no vaya a la casa que de la que me han echado. Jesús está en todos sitios: en cada persona que sufre, en cada campo, en cada mar, en cada estrella. Y hasta en los malos, también está en los malos. Que son dignos también de perdón y les perdono, aunque como Jesús, no puedo ni debo callarme. No, no podrán con mi fe. Cada noche me acostaré diciendo lo mismo: Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

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