'Cry macho'

La nueva masculinidad empieza con cada generación. Nuestros padres rompieron con sus padres, éstos a su vez con los suyos, y así, hasta Cronos con Urano

Clint Eastwood en una escena de 'Cry macho'.
Clint Eastwood en una escena de 'Cry macho'.

La nueva masculinidad empieza con cada generación. Nuestros padres rompieron con sus padres, éstos a su vez con los suyos, y así, hasta Cronos con Urano. Para ilustrarme sobre la nueva masculinidad de hoy, he quedado con una amiga en un quiosco del parque:

— Se trata de que os reconozcáis frágiles. Para que viváis mejor, vosotros, y nosotras también.

A esta idea del hombre, así planteada, poco se le puede oponer, democráticamente hablando. Mientras ella gira la cabeza a un lado y a otro buscando al camarero, le pregunto si las mujeres también tienen que seguir sugerencias masculinas.

— ¿¡Nosotras!? —me mira fijamente—, nosotras no lo necesitamos, chico. Nosotras nos ayudamos unas a otras y no tenemos que competir por ser la hembra alfa del grupo.

No me atrevo a seguir por ahí. Es como si fuera a adentrarme en Zaporiyia. Así que retrocedo y vuelvo a las carencias masculinas, donde el camino es ancho y distraído.

— No sé, amiga, no me veo llorándole a mi pareja si no es porque me van a amputar una pierna. Y aparte, ¿tú crees de verdad que a ella le gustará verme, un día sí y otro también, derramar lágrimas sobre el hombro ajeno, por teléfono o en Twitter?

Mi amiga explica, en tono oficialista y apartando de la mesa el humo de su cigarrillo recién encendido, que se trata de erradicar ciertos impulsos y conductas, porque arrastramos siglos de machismo. Lo que se ve en televisión todos los días ¡es un terror! Yo tomo un buche de tinto, y le apostillo que si fuera por el rasero de las noticias más insistentes, todos seríamos okupas, maltratadores y del Real Madrid.

Pedimos a la camarera algo de picar. Le comento que me parecen bien las campañas informativas, pero no este ambiente amoroso enrarecido. Pensábamos que el amor sería libre, y cada vez está más atenazado por protocolos oficiales. Amar vuelve a ser una actividad de riesgo.

— Sí, ya, pero, yendo a lo práctico —a ver si aprendo que cuanto más trascendente me pongo menos intereso—, la nueva sensibilidad exige un compromiso para que limpiéis la casa, salgáis a pasear a la niña y le deis el biberón.

— ¿Y si no tengo hijos?

— Entonces con llorar en público, basta.

— ¿Y si aporto otras cosas al hogar? La compra, montar muebles, cambiarlos de sitio…

— Eso no vale. Tienes que hacer lo mismo que nosotras.

Le doy la razón con una croqueta en la boca. Reconozco el privilegio generacional de poder establecer contratos amorosos tan simétricos y pragmáticos. Suspiro de alivio porque esos machos dominantes y provocadores por fin se consideren sobrevalorados. Y finalmente, al borde del engollipamiento, me acuerdo de la película que vi el otro día, Cry macho. Le pregunto si también la ha visto.

— Ah, la última de Clint Eastwood.

— Sí, esa, pues hay una escena —le digo—, en la que Clint se redime de su pasado de machote.

— Shhhh, calla —me ordena mostrándome la yema de su dedo índice—. Déjalo en paz. Clint está al margen de todo esto ¿vale?

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído