Empleados de Domecq, a principios del siglo XX, esperando su ración diaria de vino.
Empleados de Domecq, a principios del siglo XX, esperando su ración diaria de vino.

La fiesta de la vendimia acaba de terminar y en ella se ha evidenciado lo que venimos viendo desde no más de cinco años atrás.  En un aurea de calor festivo, actos públicos, catas magistrales y cobertura de los noticiarios a escala nacional, el jerez ha renacido de sus cenizas como el ave fénix. Empieza así de nuevo su vuelo hacia lo más alto, algo que para muchas personas hace 30 años hubiera sido impensable. Entonces, la situación era realmente crítica. Pero quién tuvo el privilegio de poder aguantar la tormenta durante años y no se dejó llevar por el pánico, acertó en no irse. La historia del jerez es cíclica, y era cuestión de tiempo que resurgiera de nuevo.

Quién conozca su historia sabrá que el jerez alcanzó casi el 20% de todas las exportaciones de España pasada la segunda mitad del siglo XIX. Desafortunadamente, la reducción drástica de la demanda internacional del jerez a partir de 1874 supuso duras consecuencias para el sector y por extensión para toda la ciudad. Mucha gente hoy en día piensa que esta crisis tuvo origen en la filoxera. Sin embargo, este parásito no apareció hasta 20 años después, resultando solo un duro agravante.

El jerez tardó casi 50 años en recuperarse de este golpe. Pero una vez que lo hizo, salió incluso fortalecido, pues no estaba dispuesto a caer con la misma piedra. Puede que dos de las causas más serias de la reducción de su demanda fueran las adulteraciones que realizaban los comerciantes y las falsificaciones, hechos que afectaban a su imagen de calidad. Esta fue una de las grandes motivaciones para el reconocimiento de la Denominación de Origen Jerez-Xérèz-Sherry y la creación del Consejo Regulador durante la Segunda República.

Tras un crecimiento vertiginoso, una situación muy parecida estalló en 1981, aunque con causas distintas. Se quería satisfacer a la demanda creciente a cualquier precio. Hubo bodegueros dispuestos a realizar malas prácticas para aumentar la cantidad de vino producida a costa de sacrificar calidad (o simplemente ahorrar costes porque había quien estaba muy endeudado). De nuevo se vio afectada la imagen de vino de calidad y la demanda exterior se desplomó. Las devastadoras consecuencias de ello todavía permanecen en la memoria de muchos jerezanos. No solamente fueron los trabajadores del campo y de las bodegas los afectados. El cartón, el papel, las botellas… Toda la industria auxiliar fue cayendo detrás. Jerez era un verdadero distrito industrial especializado. Si se demostrara la existencia de paro estructural en la ciudad, puede que esta sea su principal causa histórica.

De nuevo, con los años, la industria ha ido sanando, dispuesta como siempre a no caer de nuevo con la misma piedra. Desde entonces existe una paranoia en el sector por dar la máxima impresión de calidad. Algo que se puede apreciar, por ejemplo, en el diseño solemne de la mayoría de las botellas. De esta misma forma nacen los vinos de vejez certificada, los V.O.S y V.O.R.S de más de 20 y 30 años respectivamente. A su vez, la pérdida absoluta de la confianza en el sector que sufrió la ciudad tras su desplome se está revirtiendo por la misma vía.

El jerez es patrimonio de todos los jerezanos, lleva el nombre de nuestra ciudad y nos representa internacionalmente. Si efectivamente vuelve a ser un vino de calidad, lo que ello representa, hará que lo defendamos. Aparte, el jerez triunfará únicamente si todos estamos dispuestos. Nada que no guste en su casa puede gustar fuera, pura validación de producto. Por supuesto, su popularidad es notable y creciente. Esto, aparte de en la excelente participación en la fiesta de la vendimia, se puede ver en hechos como el auge de los tabancos o la reciente creación de la Sociedad Jerezana del Vino, que acumula alrededor de 100 solicitudes en lista de espera para darse de alta como socios.

Parece que remontamos, sobre todo después de que el Tío Pepe Cuatro Palmas se alzara con el título al mejor vino del mundo. Aun así, debemos estar en guardia para no repetir nuestros errores del pasado. Y no solo en guardia, deberíamos ser también la vanguardia. Sin dejar la tradición aparte, tenemos que estar dispuestos a la innovación y experimentación, descubrir nuevos vinos. Una futura apuesta por las Denominaciones Varietales que enriquezca la diversidad de nuestro patrimonio. Puede que ahí esté nuestro futuro y sea la única forma de evitar otro hundimiento dentro de 50 años. Quién sabe, a veces parece que nuestra historia, larga, trágica y con un desarrollo formidable, esté escrita por el mismísimo Gabriel García Márquez.

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