Corresponsabilidad y conciliación en la vuelta al cole

Cuando las empresas facilitan que los hombres se impliquen activamente en las labores del hogar y los cuidados, toda la sociedad gana en bienestar, justicia social y equidad

Un padre y un hijo juegan en la playa.
09 de septiembre de 2025 a las 17:36h

Llega septiembre y la tan esperada “vuelta al cole” que, un año más, se convierte en un recordatorio de las desigualdades que persisten en nuestros hogares. Mientras las familias se reorganizan para afrontar los nuevos horarios, actividades extraescolares y demandas educativas, la realidad nos muestra que las mujeres son quienes asumen en su mayor parte la compleja logística familiar. Esta situación no es casual ni inevitable: responde a estructuras sociales injustas, basadas en roles y estereotipos de género, es decir, a las expectativas sociales sobre cómo deben comportarse, pensar y sentir las mujeres y los hombres. Estructura que debemos transformar a fin de alcanzar la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres que exige la Constitución (artículos 9 y 14) y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

La corresponsabilidad no es una cortesía que los hombres hacen a sus parejas. Es el reparto equitativo de las tareas domésticas y familiares: desde preparar las mochilas y meriendas hasta gestionar las actividades extraescolares, pasando por el cuidado personal y emocional de menores y personas dependientes, las citas médicas y la organización del día a día. Desde la incorporación de las mujeres al trabajo productivo, el reparto del trabajo reproductivo entre mujeres y hombres debería ser equitativo; pero, en la práctica, sigue recayendo de forma abrumadora sobre las mujeres, que asumen el grueso de la carga material y mental que exige el día a día.  

La desigualdad en el hogar: los números no mienten

Los datos son significativos y revelan una realidad que muchas familias viven a diario. Según la última encuesta del CIS de 2024 sobre percepciones de igualdad, las mujeres dedican casi siete horas diarias al cuidado de hijos e hijas, tareas domésticas y atención a dependientes, más del doble que los hombres. 

Esta disparidad trasciende los números para convertirse en un síntoma de la persistencia de estereotipos y roles de género sexistas que confinan a las mujeres al ámbito del cuidado. Los efectos son devastadores: sobrecarga física y mental, limitaciones en el desarrollo profesional y dificultades para acceder a una estabilidad económica digna. Muchas mujeres se ven obligadas a reducir jornadas, rechazar ascensos o aceptar empleos más precarios para atender las necesidades familiares, perpetuando así la brecha salarial y de pensiones y la vulnerabilidad que aumenta el riesgo de sufrir violencia machista.

Pese a esta aplastante realidad que muestra el trato desfavorable que siguen sufriendo las mujeres, al verse obligadas a afrontar doble carga de trabajo, dentro y fuera del hogar, un 44,1% de los hombres encuestados por el CIS considera que "se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres". Esta errada percepción de la realidad por parte de estos hombres que infundadamente consideran que las mujeres tienen privilegios de los que ellos carecen, evidencia la apremiante necesidad de trabajar en la concienciación en materia de igualdad entre mujeres y hombres y corresponsabilidad. 

Los planes de igualdad como motor del cambio social 

España ha avanzado legislativamente en los últimos años. La Ley de Igualdad de 2007 y el Real Decreto-ley 5/2023, sitúan la corresponsabilidad en el centro de las políticas de conciliación. Pero las leyes solas no cambian realidades enquistadas durante siglos, necesitamos de medidas de transformación social.

En este sentido, las empresas e instituciones públicas están a llamadas a tener un protagonismo de excepción y a hacer uso de una herramienta poderosa: los planes de igualdad y las políticas públicas de estrategias para conciliar. Más allá del cumplimiento normativo, estas medidas deben convertirse en instrumentos reales de transformación que integren la corresponsabilidad y conciliación como ejes transversales de la cultura organizativa.

Un plan de igualdad efectivo incluye formación específica en corresponsabilidad para toda la plantilla, desde la dirección hasta el personal operativo. Esta formación no se limita a sensibilizar sobre la importancia del reparto equitativo de tareas, sino que debe generar cambios tangibles en las actitudes y comportamientos organizacionales, y a que no se penalice a quienes concilian.

Las medidas concretas marcan la diferencia: permisos parentales iguales e intransferibles que normalicen la implicación de madres y padres, flexibilidad horaria real que vaya más allá del papel, reuniones programadas en horarios razonables y, entre otras, un liderazgo que predique con el ejemplo desconectando después del horario laboral.

Especialmente relevante resulta la eliminación de sesgos en los procesos de promoción y evaluación. Cuando una empresa penaliza a quienes concilian –sea por ausencias por cuidado infantil o por menor disponibilidad para horas extras– se perpetúa la desigualdad. Los planes de igualdad deben incluir protocolos claros que garanticen que ejercer el derecho/deber a la conciliación y corresponsabilidad no suponga un freno profesional para mujeres ni hombres.

Cuando las empresas facilitan que los hombres se impliquen activamente en las labores del hogar y los cuidados, toda la sociedad gana en bienestar, justicia social y equidad. Un padre que puede ausentarse sin reproches para llevar a su hija al médico está normalizando que cuidar es una responsabilidad compartida. 

La corresponsabilidad es fuente de satisfacción familiar

El reparto equitativo de las tareas domésticas y el cuidado no solo alivia la carga material y mental: transforma la calidad de vida de toda la familia. Cuando ambos miembros de la pareja asumen responsabilidades de forma equilibrada, se genera un círculo virtuoso de bienestar que trasciende las paredes del hogar para impactar positivamente en el tejido social.

La investigación ¿Igualdad o desigualdad? Principales resultados y conclusiones, liderada por Laura Sagnier, aporta evidencias contundentes sobre esta realidad. Los datos revelan que la corresponsabilidad actúa como un catalizador del bienestar familiar, mejorando tanto la satisfacción en la relación de pareja como la percepción general de felicidad vital.

Las cifras son especialmente reveladoras para las mujeres. Aquellas que soportan una carga desproporcionada en el hogar registran una felicidad media con su pareja de 7,1 puntos, cifra que se eleva significativamente hasta 7,9 puntos cuando el reparto de tareas es equilibrado. Esta diferencia de 0,8 puntos puede parecer modesta, pero representa un salto cualitativo importante en términos de bienestar emocional. Su satisfacción vital general también refleja esta disparidad: 6,9 puntos en situaciones de desequilibrio frente a 7,3 puntos cuando existe corresponsabilidad real.

Los hombres experimentan un patrón similar, desmontando el mito de que ellos se benefician del reparto desigual. Su felicidad media con la pareja es de 7,5 puntos cuando las tareas recaen principalmente sobre sus compañeras, pero alcanza 7,9 puntos en relaciones corresponsables. En cuanto a la satisfacción vital, la progresión es clara: de 6,9 puntos en hogares desequilibrados a 7,2 puntos cuando ambos contribuyen por igual.

Estos resultados sugieren que la corresponsabilidad no es un juego de suma cero donde uno gana y otro pierde. Al contrario, cuando los cuidados y las tareas se comparten, se reduce el estrés, aumenta la armonía en la pareja y se libera tiempo y energía para el disfrute conjunto. Las familias corresponsables cultivan relaciones más sólidas, comunicación más fluida y una mayor sensación de equipo frente a los desafíos cotidianos, que se traduce en paz familiar

La coeducación como herramienta de transformación 

La vuelta al cole es también una oportunidad para reflexionar sobre los modelos que transmitimos. La coeducación, o educación en igualdad desde la infancia, es clave. Si niñas y niños crecen viendo que papá también prepara desayunos, limpia la casa, lleva al pediatra, organiza cumpleaños, cuida a menores, mayores y mascotas, hace la compra y gestiona el hogar interiorizarán que cuidar es una cosa de mujeres y hombres, y no solo de mujeres. 

La pregunta no es cómo pueden las mujeres conciliar su vida laboral y familiar sin agotarse, sino cómo podemos crear estructuras sociales que no obliguen a las mujeres a elegir entre cuidar y crecer profesionalmente, o asumir ambas responsabilidades con sumo sobreesfuerzo. Cuando empresas, instituciones y familias se comprometen de verdad, las mujeres dejan de pagar el precio desproporcionado e injusto de mantener la vida familiar en marcha. 

Este septiembre puede ser diferente si implementamos la corresponsabilidad y la coeducación en las estructuras sociales. La corresponsabilidad no es ayudar, es asumir. No es colaborar, es responsabilizarse. No es solo un derecho: es el pilar de una sociedad más justa y un acto que beneficia a toda la sociedad.